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José Becerra

La provincia a vuelapluma

Miguel Delibes, tres años ya de su adiós

Miguel Delibes, tres años ya de su adiós


Siempre nos pareció una afrenta a los hispanos parlantes que en Estocolmo no le dieran la vena por concederle el Nóbel al escritor español que lo mereció con toda justicia. Ahora, cuando se cumple el tercer año(el pasado domingo) de la muerte de Miguel Delibes sus incondicionales lectores recordamos su figura y su obra literaria copìosa y bresaliente, la cual descoyó en el panorama literario de España y allende fronteras desde la aparición de “La sombra del ciprés alargada” que le mereció el premio Nadal a mediados del siglo XX. Con la entera novela narrada en tono objetivo, el autor nos lleva de la mano hacia un mundo místico, dominado en su esencia por “el pesimismo y el sentido de muerte”,como expertos analistas de su obra hacen notar.

  El escritor a lo largo de su vida dejó claro que en su obra, predominando lo local, lo cercano, se trataron asuntos de alcance universal. Sirviéndose de lo que parecía insustancial, pergeñando el asunto de Los santos inocentes ( la simplicidad de unas vidas amorfas, tan vegetativas como la arboleda que servía de escenario a las posesiones y pasiones cinegéticas del señorito Ivan), crea unos personajes con tintes que de lo local se diluyen por la fuerza que imprime a los personajes en lo ecuménico: sumisión de los débiles ante los poderosos; abuso de los hacendados ensañándose con los manumitidos, y finalmente, cólera de los sumisos y severidad primitiva para zanjar tanta injusticia, recurriéndose a la muerte por su mano. Cólera del pueblo, en este caso personificada en un santo inocente, como lo son el resto de la familia que en la llanura castellana tratados como a perros se ven obligados a celebrar con cabriolas los mandatos del amo y lamer sus manos por el pan que se les brinda. Y en medio, impregnándolo todo, la humanidad de los personajes, tan desventurados; y su ternura y amor.

De cualquiera de las facetas en las que cabría enjuiciar la extensa obra de Delibes me quedo con la de su realismo a ultranza, con su postura de equilibrada autenticidad no exenta de pinceladas de emoción poética y ternura sabiamente matizada con la ironía.

Rezuma su tejido novelesco un detallismo psicológico que va del tratamiento de los personajes – que no excluye la visión desolada de las cosas – a la descripción del ambiente que los envuelve. Por esta razón la novela aludida es mi preferida. Predilección que pienso comparten muchos de sus lectores.

Hay otras que reflejan su actitud ante la muerte y la soledad, dos constantes siempre subyacentes (La muerte del ciprés es alargada, ya mencionada, Cinco horas con Mario, o Las ratas, e incluso La hora roja, o Miidolatrado hijo Sis, El Camino…); pero creo que en los Santos inocentes es en la que vemos al Delibes, perplejo ante esas verdades y, además, absorto en la naturaleza, dolido ante la infancia penosamente vivida, apesadumbrado por la pobreza. El mundo rural y la vida campesina, que tanto atrajeron al autor y la visión costumbrista, rociada con una fresca descripción de la naturaleza circundante forman el eje de una pródiga y prodigiosa labor novelesca que da de lado – una constante en sus escritos – a todo extremismo exasperante.

Autenticidad, ésta la característica que mejor le definiría, en un mundo en el que todo está infectado precisamente por lo contrario: falacia, artificio, superchería. La verdad del periodista que fue y autor consagrado que es, reviste a personajes con los que uno llega a identificarse por su profundidad humana, siempre latente. Eso, pienso, nos hace más noble, más reflexivo, más conocedores de nuestras limitaciones, pero también, de las grandezas, a las que todo ser humano debería aspirar encontrando el propio y más adecuado camino.

Pasarán las modas literarias, pero no habrá ocaso para la manera de retratar y tratar a sus personajes y a la naturaleza que los envuelve. Porque sus inquietudes, como digo, no conocen fronteras.

Por todo ello afirmo, y no creo que desbarre, que Miguel Delibes, que no recibió el Nóbel, hubiese prestigiado más al galardón que éste a él mismo. Su notoriedad está y estará siempre suficientemente cimentada.

 Foto: Cervantes.es

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Sobre el autor

Nacido en Benaoján, 1941. Licenciado en Lengua y Literatura Española por la UNED. Autor de varios libros. Corresponsal de SUR en la comarca de Ronda durante muchos años.


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