Entre un cementerio y una iglesia existen muchos lazos de unión. Por su naturaleza consideramos estos espacios como lugar santo. En concreto, damos el nombre de camposanto al lugar en el que reposan en sueño eterno nuestros fieles y queridos difuntos. Tanto es así que cualquier hecho que atente contra todo lo que dentro de sus muros se guarda y perpetúa hay que verlo como un sacrilegio. No irrumpimos en estos recintos sagrados sino que entramos con el respeto y recogimiento que exige la visita a un templo. Pero hay quien se salta a la torera esta recta costumbre y lo hace con ánimo de arramblar con todo lo que de valor puede ofrecerle su interior.
Es lo que vienen haciendo algunos desalmados que irrumpen en el cementerio de Ronda de San Lorenzo con el propósito nada beatífico de despojar a las tumbas de algunos elementos -objetos de bronce – depositados en el antepecho de las bóvedas como ornato y en encomio de los fallecidos. En realidad, hasta ahora no han sido sustraídos objetos de gran valor, pero eso es lo de menos. Lo que importa es que en un espacio sacramental como el que nos ocupa se lleven a cabo actos delictivos de esta naturaleza.
¿Este allanamiento de morada eterna puede obedecer a estos tiempos de crisis que empujan hacia lugares considerados como inviolables para obtener algunas ganancias? En el Ayuntamiento, ante las manifestaciones de algunos vecinos, no descartan esta posibilidad y ha ordenado extremar la vigilancia para evitar estos hurtos que hasta ahora habían sido del todo inexistentes. La vecindad empieza a respirar tranquila. Y nosotros, de vuelta de una visita este cementerio que hoy es noticia, vamos recitando, quedos, las rimas de Bécquer:”¿Vuelve el polvo al polvo?/¿Vuela el alma al cielo?/ ¿Todo es sin espíritu, podredumbre y cieno? No sé; pero hay algo que explicar nos puedo/ algo que repugna/aunque es fuerza hacerlo/ el dejar tan tristes/ tan solos los muertos”.
Foto:pavostrotones.