Dado los índices de confianza que los políticos nos merecen por las  distintas actuaciones de los últimos tiempos no resulta raro que sus  declaraciones públicas se reciban con escaso entusiasmo. Con frecuencia suscitan indignación y las más de las veces estupor. Este último sentimiento es el que han provocado las manifestaciones del vicepresidente dela Junta y, por más señas, consejero de Administración Local y Relaciones Institucionales, Diego Valderas, en relación con el caso de los ERE irregulares, uno de los escándalos políticos por corrupción más sonados de los cuantiosos que han ido surgiendo en esta sufrida España de las últimas décadas.

Ha venido a decir el  prócer ánadaluz algo así como que “Andalucía necesita ya pasar página de este asunto”, como si tan tamaña trama de trapisondas se pudiese  borrar de  una vez por todas y “a otra cosa,mariposa”, que decimos en mi tierra, allá donde la serranía rondeña se enseñorea en un escenario de picachos que desafían al cielo. Menos mal que el vicepresidente admitió que se pasase del trance “ conociéndose el alcance y las responsabilidades políticas y penales”.
Pero esto último requiere tiempo por lo enrevesado del asunto que pasó de ser la acción de “cinco golfos” a un entramado corrupto que se necesita Dios y ayuda  para esclarecer del todo. No son, pues, viables las críticas a la juez Alaya a la que se tilda de lentitud en sus actuaciones sobre el caso. Por el contrario, sin correr y con las pausas pertinentes  pensamos que la magistrada no hace sino seguir los consejos que sobre las características que corresponden a un juez imparcial apuntaba Sócrates. Son cuatro: “Escuchar costésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente”. Algo que requiere su tiempo.

Foto:: Juez Alaya .Diario SUR

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