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José Becerra

La provincia a vuelapluma

La castaña serrana, objeto de deseo

 

 

Cuando llega el Día de los Difuntos(2 de noviembre) la castaña y los castañeros viven los momentos de mayor apogeo del fruto y de su venta posterior. La recolección de la castaña por la que se distinguen algunos de los pueblos de la provincia malagueña ( Alpandeire, Júzcar, Cartajima, Igualeja y Parauta)empieza en el mes de octubre, cuando ya se vaticinan sus días de esplendor.

Es un puro gozo ver en las faldas de los montes que los rodean o trepando hasta llegar al roquedo desnudo y calizo, no pocas veces estratificado, los árboles en flor,y enseguida ofreciendo a la vista el fruto que luce su tersura en una cápsula espinosa que le sirva de coraza contra los insectos depredadores. Lástima que a ella sean inmunes otros saqueadores – los humanos – que poniéndose por montera los esfuerzos y penalidades de los labriegos propietarios del terreno llenan sus morrales de castañas para el condumio propio o venderlas al mejor postor.

Los que sí pueden, y de hecho ya lo vienen logrando, evitar la acción de estos depredadores amigos de lo ajeno es la Guardia Civil. La Benemérita, dentro del “Plan contra las sustracciones en explotaciones agrícolas y ganaderas”, ha evitado en los días en que la recolección de la castaña ocupa a buena parte de la vecindad serrana hasta media docena de hurtos con la detención de más de una veintena de saqueadores que pensaban que los campos son de nadie, ni siquiera de los que lo cultivan. Craso error,como se ha demostrado.

En estos días,antes y después de ir al encuentro con nuestros muertos en los camposantos, la gente de la serranía de Ronda convierten a la castaña en un tótem al que rinden `pleitesía´. Se suceden los tostones familiares y las fiestas juveniles organizadas con este pretexto.

Uno de los recuerdos que guardo indeleblemente de estos días otoñales en los que se estrenan los primeros fríos,que en la zona suelen ser intensos, es la de estos tostones,que sin grandes alharacas se hacían en mi casa de Benaoján. Mi madre, aprovechando una olla desportillada y fuera de uso, agujereaba la base con un grueso clavo y medio lleno de castañas- nunca lleno del todo, ya que hay que removerlas – y la colocaba sobre un fuego vivo de carbón. El olorcillo expandido que acariciaba el olfato era el preludio de la grata sensación de tenerlas en la mano y hacer crujir la piel ya tostada antes de llevármela a la boca.

 

   Las castañas en el valle del Guadiaro – los castaños son más raros o inexistentes que en el del Genal- las conseguían la gente humilde y hacendosa que las permutaban por escobas, soplillos o cestos de palma. Luego,las vendían, cocidas o tostadas en las esquinas o las plazuelas( media docena,un real). Una manera honrada de ganarse unas perras gordas (10 céntimos de peseta) y no como estos delincuentes de ahora que las roban con nocturnidad y vileza sin otro otro objeto que el lucro personal.

fotos:chefelujo y pueblosdeespaña

 

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Sobre el autor

Nacido en Benaoján, 1941. Licenciado en Lengua y Literatura Española por la UNED. Autor de varios libros. Corresponsal de SUR en la comarca de Ronda durante muchos años.


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