>

Blogs

José Becerra

La provincia a vuelapluma

Presencia de la muerte

 Visité días atrás el cementario de Benaoján, ahora sometido a reformas urgentes para dar cabida a más nichos y embellecer su fisonomía. Paseando entre sepulcros y airosos cipreses no es raro que nos asalten pensamientos quetienen que ver con la muerte, en un camposanto más presente que en ningún otro lugar. Me vienen a la mente los versos del poeta Gerardo Diego, dedicados a otro cementerio y a  otros cipreses:

Enhiesto surtidor de sombra y sueño

que acongojas el cielo con tu lanza.

Chorro que a las estrellas casi alcanza

devanado a sí mismo en loco empeño.

   Es muy difícil que nos acostumbremos a la muerte, que no la temamos. Dice un dicho antiguo, sin embargo, que no debemos temerla, porque cuando nosotros aún estamos, ella no está, y cuando hace acto de presencia ya no vivimos. También hay quien argumenta,  en un intento de despojar de  trascendencia al hecho ineludible de la partida definitiva, que la “muerte no es sino un sueño sin ensueños”. Y, naturalmente. existe en muchos de nosotros la certidumbre de otra vida, esa que ha de transcurrir en el Reino Celestial que nos impone  las creencias cristianas (En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. (San Juan 14:2).

Y para los que no comparten la creencia cristiana, apunta Lucrecio, poeta y filósofo romano del siglo I a.C. : “Es injustificado el temor a la muerte: ésta es el fin de toda angustia, el más tranquilo sueño, el eterno descanso. El que ha gozado debe retirarse de la vida como huésped satisfecho; el que ha sufrido, recibir gustoso a la que viene a cortar el hilo de sus desventuras. Sabemos todos que es indispensable morir, y no debe la hora del morir preocuparnos. Nada hay para nosotros más allá del sepulcro”.

    Pero, claro, esta actitud, que es aconsejable para no dejarnos llevar por la angustia de la partida hacia no se sabe donde, la asimilamos cuando se trata de nuestra propia muerte, no de la de un ser querido. En estos casos el soplo silencioso, repentino, muchas veces traicionero, que ciega la vida de quien amamos, la angustia y las dudas nos embarga. Nos sentimos impotentes, abatidos, desolados.    

    Y una certeza se encumbra sobra cualquiera otra: la persona querida se fue, nos abandonó para siempre. Y nos rebelamos, y tratamos de pensar y creer que las cosas en la infinitud del tiempo pueden ocurrir de otra manera. El encuentro con la persona amada y desparecida puede verificarse. Y eso nos consuela y nos anima a proseguir la vida.

   Lo que ocurre, para nuestro pesar es que, como decía Unamuno, “el hombre muere tantas veces como pierde a cada uno de los suyos”. Lo que nos lleva a pensar que no pocas veces un mismo ataúd o una misma vasija funeraria encierra más de un corazón: el del fallecido y el de los que sufrieron el desgarro de su ausencia.

   Bien mirado, somos los humanos los únicos seres de la creación que somos plenamente conscientes de nuestra finitud. Estamos, pues, abocados con toda certeza a nuestra desaparición de la faz de la tierra. Eso, que tiene sus inconvenientes como el de la angustiosa certidumbre del no ser y la pesadumbre de la vida de ultratumba, lleva consigo la ventaja de conmovernos con la belleza que nos rodea –un paisaje, un atardecer glorioso – o con la lectura de un poema o la audición de una obra musical excelsa.  En eso nos diferenciamos del resto de la Creación.

   Los que han superado una enfermedad de las que se dice son incurables, y cuyo nombre eluden como tabú, pero que lograron superar o luchan por vencerla, reconocen que  después de haber sentido sobre su hombre la fría mano de la muerte, la vida toma otra cariz mucho más luminoso y se descubren cosas que antes te parecían baladíes pero que entonces se te antojan maravillosas.

   La verdad es que,  para nuestro consuelo, aquel ser amado que nos precedió, dejándonos en cruel soledad, no hizo si no adelantarse  en el camino de los  que quedamos aquí hemos de recorrer indefectiblemente, temprano o tarde.

  

 

 


Disfruta antes que nadie del nuevo Windows Live Messenger

 

Un sitio donde hablamos de cosas de Málaga y la provincia

Sobre el autor

Nacido en Benaoján, 1941. Licenciado en Lengua y Literatura Española por la UNED. Autor de varios libros. Corresponsal de SUR en la comarca de Ronda durante muchos años.


November 2013
MTWTFSS
    123
45678910
11121314151617
18192021222324
252627282930