Se puede uno imaginar la cara de estupefacción que pusieron los padres de una niña recién nacida cuando momentos después del parto en el Materno le pusieron en los brazos a un niño con todos sus atributos bien visibles.¿ Cómo era posible la metamorfosis en tan breve espacio de tiempo? Podemos imaginar la mueca del rostro de la madre, pero no los pensamientos que en esos momentos la embargaron. Había visto una niña apenas salir de sus entrañas y le presentaban a un niño como su descendiente natural. Aunque parece que fue la abuela del neonato la que al abrir el pañal para limpiar su caquita se percató del cambio. Esta no es mi nieta, que me la han cambiado.
El suceso, que profujo un chasco fenomenal, ha quedado como un susto no menos impresionante que difícilmente olvidarán los padres. Porque cabe preguntarse si esta pifia hospitalaria hubiese ido por otros derroteros; por ejemplo, si a la familia en lugar de una niña le entregan otro niño, que hubiese sido aceptado sin rechistar a causa de las de diferencias nimias de los rasgos físicos de los infantes en los primeros momentos de vida.
El suceso, que tiene mucho de chusco si no fuese por la gravedad que encierra, da que pensar. Si existen elementos de identificación de los que se presumen han de ser infalibles – la pulsera, el más inmediato -, ¿cómo ha sido posible el cambio en un pispás? ¿Tendrá esto que ver con las deficiencias que presentas los centros sanitarios sometidos a recortes sin cuentos y el agobio de los sanitarios que se las ven y desean para atender a todos con prontitud pese a las carencias de medios?
Si como afirman desde la delegación de Salud se tomarán más medidas y se extremará la vigilancia para que casos como éste no vuelvan a ocurrir puede que las futuras madres entren en el paritorio más tranquilas al respecto. Sea como fuera, la pequeña Naia ha nacido con historia. El relato parte de los primeros instantes de su venida a este mundo, que ya es decir.
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