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José Becerra

La provincia a vuelapluma

Abdicación del Rey

 

 

 

Estábamos absortos en los acontecimientos que dejaron tras sí las elecciones europeas con los sorpresivos resultados que nos proporcionaron, cuando un hecho no esperado, por lo menos por el españolito de a pie, aunque los altos dignatarios del Gobierno y la Oposición ya estaban informados convenientemente,según se ha sabido, ha venido a dejar los dimes y diretes de los políticos y sus posicionamientos de cara al futuro en un muy marcado segundo plano. Una sorpresa sobre otra en un corto intervalo de horas. La primera anulada por la que ahora se produce, al filo del medio día 2 de Junio de 2014. Una fecha para fijar desde ahora en los anales del devenir hispano por su indiscutible relevancia.

Don Juan Carlos Carlos acaba de anunciar su abdicación del Trono español a favor de su hijo, el príncipe de Asturias, desde ahora llamado a ser reconocido probablemente en todas las esferas políticas y sociales tanto dentro como fuera del país como Felipe VI de España, nada más culmine el proceso legal marcado por el artículo 57 de la Constitución marcado para la sucesión de la Corona.

 

En España se produce un parón en todo acontecer ajeno a la envergadura del hecho histórico que acaba de producirse. Hoy,el país es noticia y tiene como fundamento el anuncio del relevo que acaba de realizarse en la Casa Real y en muy segundo término queda todo lo demás que desde la pasada semana conmovió a la opinión pública. El PSOE y la candidatura a la elección de un nuevo secretario general, los ímpetus de los barones del PP para encarrilar el curso del partido tras la debacle electoral, los esfuerzos de la izquierda radical para conmover los cimientos del Estado y emprender una aventura que a muchos se le antoja incierta y peligrosa; toda esta agitación política barrida por un acontecimiento que va a suscitar en grado superlativo los pareceres de todos los españoles,que no todos los días un Rey dice adiós y se entrevé la pronta llegada de otro.

 

Los partidos contrarios a la monarquía, por su parte, se han apresurado a convocar manifestaciones en la mayoría de las principales ciudades del país y preconizan un referéndum para que sea, según su entender, que no tiene por qué ser compartido por la mayoría de la sociedad, que sea ésta la que determina el futuro de la Monarquía y el devenir político del país. Les ha faltado tiempo para arrimar el ascua a su sardina y cantinela republicana. Otra cosa es que se baile al son que intentan tocar.

 

A la izquierda, en su mayoría, le han sonado baldías las palabras del Rey en su despedida Les resbala su sensata afirmación de “dar paso a una generación más joven que abra nuevas esperanzas”. Lo razonable es que los partidos republicanos se hubiesen dado un tiempo prudencial para salir a la palestra y formular sus intenciones.

   Su parecer y posicionamiento al respecto son más que sabidos. Sólo que hubiese sido de agradecer, en parte por la gran mayoría que no abrazan su ideario, que no se precipiten para que las opiniones sean contrastadas con el suficiente sosiego, que, como dicen en mi pueblo serrano, “el que más corre, más atrás se haya”. Además, y esto es algo que deberían saber quienes se desgañitan pidiéndolo, no bastaría con un referéndum, que sí se podía llevar a cabo, faltaría más, pero no implicaría el revocar la norma orgánica, que exigiría una reforma radical de la Constitución que nos dimos en 1978, un proceso tan largo y exhaustivo como proceloso.

 

La Tercera República puede esperar.

 

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Sobre el autor

Nacido en Benaoján, 1941. Licenciado en Lengua y Literatura Española por la UNED. Autor de varios libros. Corresponsal de SUR en la comarca de Ronda durante muchos años.


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