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José Becerra

La provincia a vuelapluma

La siesta andaluza le gana la partida al yoga

 

Benaoján sumido en la calina del estío

JOSÉ BECERRA GÓMEZ

Una de las fotos que de mi familia guardo como oro en paño es la de mi padre dormitando pacíficamente en una mecedora en el patio de  mi casa de Benaoján. El periódico del día desmadejado en sus rodillas, la sombra de una airosa palmera que  mi madre cuidaba como se pudiera hacer a un animal doméstico, entre otras flores en las que los patios andaluces se prodigan- geranios, rosales, petunias  – brindándole una grata sombra y barrunto que un agradable aroma, si es que acababan de de recibir el agasajo del riego diario del atardecer. Recovecos de flores, cal blanca y macetas rebosantes.

    La calle sola y silenciosa, el ladrido lejano de un perro vagabundo, el chirriar de los goznes de una puerta que se cierra negándole al sol su paso desabrido al rincón apacible de un hogar… Presentía más que veía cansancio y sopor de cuerpos derrengados en un pueblecillo que hacía un alto en las faenas imposibles de la canícula del campo o de la fábrica.

 Recuerdo el momento en el que atiné con la instantánea: la conservo porque me retrotrae a un momento feliz de mi adolescencia en el seno de un hogar que luego habría de evocar sumergido en los sinsabores que el transcurso de los años nos deparan. No pocas veces me ha acompañado esta imagen de mi progenitor, tranquilamente reposando en el patio de mi hogar de siempre en esos momentos cruciales del mediodía,  he ido a buscar como él el letargo en el rincón y la butaca preferida después de la jornada laboral, no digamos ahora que disfruto del asueto que la senectud exige.

    Puestos a comparar la siesta andaluza nada tiene que envidiar al yoga que se nos importó desde tierras extrañas y que también busca la relajación del espíritu y el cuerpo. La ataraxia  que nos proporciona la siesta –basta con 20 minutos de dormivela – puede alcanzar el éxtasis, si me apuran con mayor aceleración y resultados benefactores para la salud, sin necesidad de adoptar extrañas posturas ajenas a nuestras maneras y costumbres inveteradas.

   El yoga posee connotaciones disciplinarias y mentales y procede de la India y se asocia con prácticas de meditación para alcanzar el nirvana o felicidad. La siesta andaluza no necesita en esa introspección personal  para alcanzar igual o mejor resultado. Basta cerrar los ojos, negar todo indicio de preocupación y dejarse llevar por la laxitud que normalmente invade el cuerpo después de la principal comida del día. En la Serranía de Ronda sabemos mucho sobre eso y la practicamos sin mayores componendas. Y nos va tan ricamente.

Foto: Serranía de Ronda

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Sobre el autor

Nacido en Benaoján, 1941. Licenciado en Lengua y Literatura Española por la UNED. Autor de varios libros. Corresponsal de SUR en la comarca de Ronda durante muchos años.


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