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José Becerra

La provincia a vuelapluma

A vueltas con el habla de la Serranía

 

En mis andanzas por la manera de hablar de la gente de Ronda y la Serranía, cuestión de la que en otras ocasiones he dado noticias, haciendo hincapié en palabras que empezaban por una u otra letra del abecedario,hoy traigo a colación la B.

La feria de mayo de Ronda, a diferencia de la de septiembre que se dedica al toreo de la escuela propia y a ensalzar la figura del maestro por antonomasia, Pedro Romero, pero también al que no le va mucho a al zaga como Antonio Ordóñez, y ahora en los últimos tiempos a su descendencia taurómaca; la feria de la primavera, decía, concede supremacía al “mercao”, es decir, a la compra- venta de ganao.

     Acuden con sus caballos, podencos y pollinos, bueyes y muletos los vecinos de los pueblos cercanos dispuestos a vender su mercancía a todos aquellos otros, que endomingados – camisa limpia y pantalón con raya – aspiran a hacerse con un animal que le alivie de las siempre duras faenas del campo o que le amorticen ganancias más o menos pronta. Tanto unos como otros, tendrán presente las recomendaciones de los más viejos de la casa: “Ten cuidao que no te metan la bacalá”. O sea, que no le engañen, que no le meten gato por liebre, en lenguaje paladino.

Unos y otros volverán de la feria, siempre tumultuosa, “baqueteaos”, es decir, cansados de tanto tejemaneje y dar zancadas de “aquípallá”. Eso, si no regresan “baldaos”, después de algún tropiezo inesperado con algún “baina” o de la caminata que con la bestia “mercada” se han de dar a campo traviesa. Si no han tenío mal bajío habrán agenciado la yunta que necesitaba o el rebaño de cabras detrás de las cuales iba.

La B, segunda letra y primera consonante del alfabeto español, da siempre a los serranos mucha baza. Las “bajeras” son las que las mujeres serranas dan al “encalijo” de la parte baja de la fachada de la casa. Aprecian estas féminas la llegada a la plaza cada semana del”barato” o “baratiyo”, en donde comprar todo lo que se tercie a buen precio, ya que se “barruntan” que en la tienda de siempre los mismos artículos le han de costar más caros, por muy “bien despachao” que en estos establecimientos le vendan los tomates, “por un poné”.

Con estos tiempos de crisis que corren han proliferados los trabajadores “bentuales”, o sea, eventuales, que los contratan de hoy para mañana y poco más. Los demás días, se irán de “birote”, es decir, nada de nada. Y no es que se sea un “batato”, es que el trabajo escasea y en los lugares de la Serranía más que en otros.

   Aunque siempre hará falta un labrantín para la “barcina” o para que guarde los guarros en la montanera o en el “ bardío”, que todavía hay gente que poseen una “barquetá” de cabras o de ovejas y necesitan pastotres o “acumuaos”, aunque no sea más que para acercarlas a los ” bebeeros”. Si sabe darle al “bielgo”, mejor que mejor, aunque las parvas en la eras son cada vez menos frecuentes.

“Bigonia”, aunque lo parezca no es el nombre de una flor. Sino el utensilio de hierro o yunque utilizado por el herrador (bigornia) para golpear contre él las herraduras de las bestias antes de colocarlas. El oficio de herrador fue muy socorrido en los pueblos de la Serranía hasta que las caballerías dejaron de ser utilizadas como medio de transporte de mercancias y pesonas. Tuvieron su momento en épocas de bandoleros y contrabandistas, y luego en la arriería. A partir de los años 60 sólo eran un recuerdo en el tiempo.

   Sin embargo, el ruido seco y prolongado del martillo sobre la bigonia perduró en la memoria. Lo mismo que los lugares en donde se ejercía el oficio. En Benaoján, hay una plazoleta que será para siempre conocida por Banco Herrador, al menos hasta que desaparezcan muchas generaciones. Y algo similar viene a ocurrir en el resto de pueblos serranos, incluída la ciudad del Tajo, en don las “bigonias” estaban emplazadas en el patio de caballos de la plaza de toros.

Con “bocarriba” y “bocabajo” damos a entender la postura que el cuerpo adopta en un preciso momento. Puede ser ésta debida a un deseo placentero ( “M´acuesto siempre siempre bocarriba”) o a una caida involuntaria ( Rehbalé y caí bocabajo”, lo que resulta mucho menos agradable. El “boliche” no es una jábega, embarcación tan frecuente en las costas malagueñas y sus típicos rebalajes, sino una tienda o taberna de muy reducidas dimensiones. También se suele bautizar a estos reducidos establecimientos con el palabro de bujío, cuando no con el remoquete de “échate p´allá”, que excuso explicar.

 

 

 

 

 

 

 

 

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Sobre el autor

Nacido en Benaoján, 1941. Licenciado en Lengua y Literatura Española por la UNED. Autor de varios libros. Corresponsal de SUR en la comarca de Ronda durante muchos años.


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