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José Becerra

La provincia a vuelapluma

Carta de un votante escéptico a un candidato confiado

Carta de un votante escéptico a un candidato confiado

Lo normal es que en vísperas de elecciones, sea del tipo que sean, cuando lo que está en juego es (perodona que te tutue, atrevido que es unio) tu acceso o permanencia a una posición encumbrada, distinta a la del resto de la vecindad de un pueblo, de una comunidad o de una nación, lo normal, digo, es que seas tú quien nos envíe una misiva muy personal que venga a corroborar lo que durante una quincena has venido exteriorizando en tus mítines. Juzgo, oportuno, sin embargo, escribirte a mi vez como respuesta a tus requerimientos.

¿No te has parado a pensar, que creo que sí, aunque no lo manifiestes abiertamente, que ahora, en este día, en este momento en que estoy llamado al colegio electoral más próximo a mi domicilio, me erijo sobre ti y puedo darme el postín de hacerlo como lo hace un señor sobre su vasallo? Poseo mis prerrogativas y las ejerzo sobre quien va a depender de mis decisiones.

Durante el resto del tiempo, ese que va entre el día en que accedes al poder o te mantienes en él merced a mi voto, permaneces como muy alejado de mí y de los que fueron a votar convencidos como de la práctica de un rito religioso. Cierto, te esfuerzas, al menos lo aparentas, en legislar para nosotros, en gobernarnos, en atajar, si estás en la oposición, las arbitrariedades de quienes ostentan el poder; en fin, en proporcionarnos el bien y el bienestar, dando por sentada tu honradez, a los que como ciudadanos teóricamente tenemos derecho. Pero siempre desde la distancia, desde la atalaya que institucionalmente ocupas y nos avizoras. Te contemplamos, desde abajo, como inaccesible y poderoso, en nuestra insignificancia de ciudadano de a pie, perdido entre millones de otros de igual naturaleza.

Ahora, sin embargo, te ves obligado a bajar de tu pedestal y a ras del suelo compartir el mismo plano. No sé si tú lo has dicho, pero da lo mismo, lo habrá hecho otro con iguales aspiraciones que las tuyas. Es eso de que un voto vale un gobierno. Me alegra que lo reconozcas y que concedas a mi voto el valor que merece. Ese que puede influir en tu destino, para bien o para mal. Por eso nos buscas en la calle, en los mercados, en donde quiera que el pueblo se reúne y traba sus amistades y conocimientos. Hay que aprovechar porque no volveremos a verte el pelo, por lo menos hasta la próxima convocatoria electoral.

Con mi voto en la mano me siento importante, qué quieres que te diga. Que en ello radica la grandeza de la democracia. Puede ser valedor de tu nombre o el del tu contrario. Lo puedo dirigir hacia una u otra formación política. O puedo no sustentar a ninguna, haciendo uso del voto en blanco. Incluso, puedo meterlo en la urna o no, absteniéndome de participar en la ceremonia. Para los que no ejercemos la política, este sobre que ahora mismo blando en mis manos nos convierte en poderosos hacedores del acontecer político del futuro más próximo. Es nuestro momento de gloria por muy anónimo que sea.

Buena suerte.

P.D. Los partidos mayoritarios, de los que se espera arramblen con los más altos porcentajes de votos, no han llevado a una campaña electoral,que es muy probable que sea tan visceral como la de de hace poco más de cuatro meses. Van a profilar las zancadillas y los golpes bajos, cuando no la exhibición de las navajas cachicuernas( es un decir truculento) No es eso, no es eso, habría que gritar. Así que mi voto en un brete.

 

fOTO. m.POLÍTICO.COM

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Sobre el autor

Nacido en Benaoján, 1941. Licenciado en Lengua y Literatura Española por la UNED. Autor de varios libros. Corresponsal de SUR en la comarca de Ronda durante muchos años.


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