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José Becerra

La provincia a vuelapluma

Real Feria de Mayo en Ronda: la palabra es lo que vale

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Foto Diario SUR

Real Feria de Mayo en Ronda: la palabra es lo que vale
Abre sus puertas en Ronda la Real Feria de  Mayo, una de los acontecimientos  ganaderos que brilla con  luz propia y que cuenta con una antigüedad que data nada menos que de los primeros años del siglo XVI , que  ya ha llovido. Ganaderos de casta y labriegos  de facundia se dan la mano. Y junto a ellos visitantes de todo jaez atraídos por el buen comer de estos días, las exposiciones de muestras de artesanía, y los concursos de doma que tan  pintorescos y vivos cuadros proporcionan.

   Bulle Ronda en estos días en los que declina el mes de Mayo. Esplendor en la Ciudad del Tajo, hoy por hoy centro de la atención y confluencia de gentío de todos los puntos de la provincia malagueña y no de pocos desde el resto de Andalucía. Los acontecimientos festivos se sucederán sin solución de continuidad en estas jornadas. Que esta feria en el meollo de la primavera, cundo ya asoma el testuz el verano, tiene mucho que ofrecer: no es una exageración sino una realidad tangible.

   Se exhiben   productos elaborados en la comarca rondeña, amén de la exposición de artículos artesanales del buen comer y beber- los embutidos y la cerveza artesanal –  que hablan por sí solos de las tradiciones culinarias que proceden de los ancestros de la región y que son celebradas en medio mundo. Al unísono, se muestran   reses pajunas, raza autóctona de las sierras andaluzas, y la cabra payoya, originaría de la Sierra de Grazalema y de la Serranía de Ronda (Montejaque y Benaoján), pueblos éstos que se consideran  cuna de la raza,  o el cerdo rubio andaluz, que proporciona, previo tratamiento y elaboración de sus carnes en chorizos y  morcillas de acrisolada fama.

     Del resto de los actos  y exhibiciones que se sucederán a lo largo de estas jornadas en las que Ronda se alza con brillo propio – lucimiento de las damas goyescas, doma vaquera, música en directo…- me quedo con la efervescencia  del mercado de ganado, meollo del singular festejo.

   Ni documento alguno ni intervención de escribano. Entre el comprador de un caballo toldo, una yegua de pelaje  rucio o un asno mohíno solo se alza la diligencia del tratante de ganado  que media entre las aspiraciones del vendedor y las pretensiones del comprador. Son los tres protagonistas únicos del `trato´, mediante el cual el animal de carga o montura pasará de unas manos a otras en un pispás. Sobran los escritos,  a excepción de la guía expedida por el veterinario de turno y que recoge las características del cuadrúpedo en venta, la cual  que pasa de unas manos a otras, cuando ya el precio está  ajustado y  los dineros se traspasan al bolsillo del vendedor.

   Con el ronzal en la mano, el comprador  puede disponer a su antojo del rocín o la acémila adquirida. La tradición popular se mantiene después de más de 500 años, nada más recoger sus bártulos la media luna y huir en polvorosa merced a las huestes de los Reyes Católicos que reconquistaron por entonces el lugar serrano. En el mercado renacentista que sucedió al netamente medieval no podía faltar la feria del ganado, un elemento que servía a una economía pobre y trashumante.

   La compra y venta – aquel caballo cuatralbo, aquella vaca lucera -, se sigue realizando al aire libre, sin más techo que el cielo y sin más escenario que el natural de una explanada en donde no es rara la proliferación vegetal.  En el   convenio, vistoso, con innegables trazos policromos dignos de  Madrazo o  Sorolla, manda el tira y afloja (“esto quiero”,  “esto te cuesta”, “esto te doy”) prima y  culmina  el apretón de mano, para muchos de mayor validez y garantía que una real cédula.

   De por medio la palabra. Primero la del tratante, carismática, elogiosa y entendida. Alaba sin reservas las cualidades del cuadrúpedo, su pujanza, la fortaleza de su constitución si se ha de destinar a la carga, la firmeza de los  remos, su mansedumbre, la garantía de sus pocos años – para lo que se hurgará en las  quijadas poderosas- o lo lustroso de sus ancas… Para esta ceremonia, cuando a la compra sólo le faltan algunos flecos adicionales,  casi nunca falta la visita a la taberna más cercana, templo en donde se consuma el negocio, al arrimo de un vinillo peleón y unos tacos de queso rondeño o rodajas de chorizo serrano.

   Sobraron los “papeles”, que esta es una transacción en la que cuenta la palabra. El verbo que  compromete, la expresión de la que se exigirá cuenta si se ocultó la verdad. Al contrario del dicho popular que la palabra se la lleva el viento, aquí es sinónimo, primero del juego que anima la oferta y la demanda del bien en cuestión, y luego   del compromiso firme que cierra una venta.

   Para acabar con el apretón de mano que rubrica un convenio con más   peso para quienes fueron sus protagonistas que la constancia que un letrado puede dejar en documentos escritos. En Ronda se refugia en estos días esta manera de hacer las cosas en una feria que tiene mucho de rito religioso y magia de la palabra dada: su valor es lo que cuenta.

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Sobre el autor

Nacido en Benaoján, 1941. Licenciado en Lengua y Literatura Española por la UNED. Autor de varios libros. Corresponsal de SUR en la comarca de Ronda durante muchos años.


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