El fantasma del cambio climático
JOSÉ BECERRA
Espesas y amenazadoras nubes asoman en lontananza y no tenemos por menos que inquietarnos cuando no sobrecogernos. Recurrimos a imágenes tormentosas que vienen al pelo cuando de lo que se trata es de recalcar los temores del cambio climático que se barrunta. A juzgar de quienes de esto entienden y mucho sobre esta mutación nos va acosar más temprano que tarde. Y hacen hincapié en que si no se ponen remedios urgentes para frenar tamaño peligro para los que habitamos los parajes en los que nos movemos en cualesquiera de las latitudes geográficas de este mundo lo pagaremos caro. Hay quien apunta que los efectos perniciosos del cambio climático que ya está en puertas sobrepasarán con creces las estimaciones que se vienen lanzando: quien tenga oídos que oiga, que dice la sabia sentencia evangélica, ahora aplicada a quienes echan en saco roto el peligro que nos acecha.
La revista “Nature”, recogiendo el parecer de científicos que abordan el problema, avisa de que estamos en una crítica situación en lo que toca a cuestiones vitales del sistema geográfico. Hasta ahora se habían mantenido inconmovibles en su influencia en la estabilidad del planeta, pero que ahora van a impeler quebrantos que mucho hacen temer no continúe por mucho tiempo su hasta ahora estabilidad. El calentamiento global al que sigue el cambio climático que indefectiblemente están produciendo mutaciones merced a las emisiones con una virulencia hasta hora desconocida, es presumible que pongan en un brete a las civilizaciones humanas de aquí y acullá. Es la conclusión a la que llega el grupo intergubernamental de expertos del Cambio Climático (IPCC para los allegados), que no han tenido pelillos en la lengua para afirmarlo. Quienes avisan no son traidores.
Madrid, centro de España, acoge entre los días 2 y 13 de diciembre, la Cumbre del Clima, un evento que va a insistir en algo que es obvio pero al que no parece que se le haga mayor caso, pese al peligro que entraña para los moradores de toda índole y pelaje de este mundo. Una emergencia en toda regla por doquiera para nuestro zaherido planeta por una emergencia que presenta todos los visos de ser el peor enemigo con el que ha de enfrentarse quienes lo habitamos.
Se cierra, a juzgar por los que de esta candente cuestión entienden, y mucho, que este año que ya presenta evidentes muestras de moribundo, está entre los tres registrados como más cálidos de los que se contabilizan por expertos.Gana terreno la hipótesis científica de que merced al deshielo los glaciares inciden en el aumento de las aguas marítimas con el consiguiente quebranto en las costas: el ascenso de sus cotas se vienen mostrando como imparables. Aunque no lo parezca a simple vista, sesudos estudios científicos señalan que desde el pasado siglo hasta la fecha, el nivel del mar escaló alrededor de una veintena de metros, y aventuran que este ascenso puede acercarse peligrosamente a 1 metro más después de arribarse a la centuria que hoy por hoy estamos columbrando en sus comienzos. Se espera que año 2019 que ya, como digo, toca a su final, complete el hito de la década más cálida de cuantas se sucedieron desde el inicio de los tiempos.
El Acuerdo de París y su articulado que ha de cerrarse en la COP25 que en estos días se celebra en Madrid (XXV Conferencia sobre el Cambio Climático), fija mantener la temperatura alrededor de los 1,5 grados, ya que superar los 3 grados supondría una tragedia sin cuentos para la humanidad. Un avance de lo que puede ocurrir lo vemos ahora a tenor de las olas de calor e inundaciones que se nos vienen deparando ya en la geografía hispana.
A quienes ya peinamos canas y barruntamos por ley de vida el final, nos preocupa el cariz de los acontecimientos climáticos que presenciamos, pero sobre todo alarma a la gente joven que ve con temor va sufrir y de manera catastrófica la emergencia climática que se avizora en el lontananza. Su voz no se debería echar en saco roto, caso de la activista Greta Thumberg, que la viene alzando con valentía y decisión. Millones de jóvenes, en sus ciudades respectivas, no solo de España sino del resto del mundo no han tenido por menos salir a la calle en protesta sabedores que el deterioro del cambio climático ensombrece su futuro. Temen lo peor y así lo expresan a voz en grito. Más razón que un santo les asiste.Otro cosa es que le hagan caso quienes tienen en sus manos poner coto a tamaño desatino, haciendo oídos sordos al clamor suscitado.
Son los científicos quienes han de llevar la voz cantante en esta latente cuestión, y que los políticos de todo pelaje no hagan oídos sordos a sus proclamas y renuncien a hacerlo ver. Mucho nos jugamos en el empeño. Por lo pronto, ¿qué tal si se pone coto al despilfarro energético del que hacen galas las principales ciudades españolas – Madrid, Vigo y la Málaga de nuestras entretelas)- rivalizando estos días que coinciden con el evento científico sobre el clima. Aquí y ahora lo que se disputa es conseguir quién se lleva el gato al agua en lo que toca al derroche de energía por mor de la Navidad. Coartar ese espantajo del cambio climático inminente que nos acosa y perturba es una acción que no admite demoras. Menos luces y más solidaridad, aunque sea predicar en el desierto.