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José Becerra

La provincia a vuelapluma

Morir en soledad

Esos dientes de sierra que suben y bajan mostrando en nefastos gráficos la realidad de los negros días que vivimos cuando se señalan los números de fallecidos por mor de esta plaga fatídica que como serpiente venenosa amenaza y se enrosca en buena parte de la población no tienen por menos que hacernos reflexionar. Se han segado vidas sin contemplaciones y forzoso es detenerse en la consideración del elevado número de fallecimientos que viene provocando entre la población que en su día buscó amparo y placidez en las residencias de mayores.Lugares éstos en los que han perdido la vida alrededor de 17.000 ancianos, y lo que es más trágico y penoso, en la más absoluta soledad.Se encoge el alma al pensarlo si se es conscinte de la tragedia ocasionada y en la angustia de las familias de esos fallecidos por mor de la malhadada pandendia que golpea aquí y acullá sin dar tregua.

Nadie, ni siquera el Estado prepotente que si deberia de haber extendido la mano ante tamaña iniquidad, mostró eñl menor empeño en impedir el flagelo que se ha llevado por delante tantas víctimas abandonadas a su suerte, pese al esfurzo y tencidad que respondables y cuidadores de los residentes pusieron en juego, aún a sabiendas que exponian su vida en el empeño.Un panorama dantesco que no podido por menos que trascender para el espanto de quienes luego supieron las trascendencia de los hechos: residentes abandondos a su suerte en estancias y salas en las que los que aún vivían habían de soportar la visión de compañeros inertes que pasaron a mejor vida.Empleados de estas residencias en las que el virus maléfico campó a sus anchas no tienen pelilos en la lengua al afirmar que el Gobierno en esta tesitura les abandonó a su suerte. No es el caso de las enfermeras que sin titubeos han expuestos sus vidas fieles a sus cometidos en defensa de los ancianos abandonados a su suerte.

Salud y bienestar de los mayores deberían ser fines inaplazables que no deberían soslayarse. Es lo que se nos antoja se puede exigir a quienes nos gobiernan desde cualesquiera de las instancias del poder en el país. En la tan traída y llevada “desescalada” debería ser un menester primordial que está pidiendo a voces afirmación y solidez, visto lo visto en el proceder de quienes aquí y ahora nos gobiernan o responden como las más altas instancias políticas, cuanto más aquellas que se escudan tras la panoplia de progresistas.

A nadie se le oculta ya que las residencias se han considerado, dado que son ocupadas ppr mayores a los que se les colocó sin mucho fundamento médico el marbete de ser personas de riesgo y de contagio. Puede que se hayan mostrados más debiles a las dentelladas del virus, aunque no existen documentos que los demuestren de manera fehaciente. Sí se ha demostrado, por contra, que todos han huido de ellos con siderándolos personas de alto riesgom y por ende a las que había de dar de lado.

El resultado final es bien conocido. Han muerto miles de ancianos en la más completa soledad, aún a sabiendas de que sus familiares ansiaban llegar hasta ellos, pero eso era algo que se les negaba categóricamente. Morir sin el consuelo cercano de sus familiares agudizó esta tragedia que reviste con negros tintes el comportamiento nefasto de quienes así lo decretaron no sin alevosía y nefasto proceder.

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Sobre el autor

Nacido en Benaoján, 1941. Licenciado en Lengua y Literatura Española por la UNED. Autor de varios libros. Corresponsal de SUR en la comarca de Ronda durante muchos años.


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