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José Becerra

La provincia a vuelapluma

Volver al agua del grifo

Es una estampa que ya forma parte del pasado y, por lo mismo olvidada, pero he aquí que ahora por mor de los nuevos tiempos, se reverdece el recuerdo de cuando, sobre todo en los pueblos de poca monta, el agua que se bebía no era otra que la que el ama de casa se encargaba de llevar a la casa, desde la fontana mas cercana al domicilio. Líquido elemento necesario para el cuerpo que ofrecía garantías de pureza y frescura merced a la disponibilidad que las autoridades locales se encargaban de preservar con el cuido del manantial más próximo al pueblo. Cántaro en el cuadril, las féminas más jóvenes de los hogares se acercaban cada día a la fuente pública más cercana para llenarlo y llevar al hogar el agua , fresca y sana, que la familia habría de consumir durante el día.

Una vieja estampa que puede que vuelva a resurgir, habida cuenta de que no somos pocos quienes miramos, no sin cierto recelo, el agua que hemos de consumir embutida en plásticos, que pueden ofrecer todas las garantías de salubridad exigida, pero que no pocas veces nos llevan a recodar los manantiales cristalinos que desde las montañas circundantes venían a parar a los depósitos intermedios y desde allí a las fuentes cercanas. Hasta ellas se acercaban las féminas del lugar para hacer provisión que en cántaros de barro exprofeso fabricado para mantenerlo en constate frescura en el hogar. Pero eran otros tiempos; aquéllos que no pocos no tenemos por menos que añorar ahora que desaparecieron las ahora ansiadas fontanas a las que se acudía con premura cuando el gaznate se resecaba. Ahora para apagar a la sed hemos de acudir, se quiera que no, al agua envasada en plástico. Adiós a los rientes caños de agua fresca que apagaba nuestra sed en fuentes con estrategia municipal instaladas en diferentes partes del pueblo o de la ciudad.

Las fuentes públicas de antaño eran lugar de distracción y regodeo, de cháchara y encuentros, que no pocas veces significaron momentos de relax y amoríos. Venían a poner una nota colorista ya fuese en la plaza o en la esquina en las que se instalaban: escenas propias de los pinceles de más de uno de los artistas pictóricos que tuvieron a bien inmortalizarlas en sus lienzos.

Hay quienes ahora se afanan con denuedo en que la población corriente y moliente beba agua del grifo, esa que siempre, bien por disponer de ella en nuestros hogares, o en el caso de los pueblos desperdigados por el país, se beneficiaban de ella con solo acudir a la fuente pública colocada de manera idónea en el centro de cada pueblo. La cuestión es que esa agua, además de resultarnos barata,se muestra benéfica para el cuerpo, ya que así lo exigen y regulan las administraciones públicas en lo que toca a su consumo humano.¿Se puede decir lo mismo del agua envasada en plásticos que, hoy por hoy, es la que llega a la mayoría de los pueblos? Todo indica que no, y para colmo, resulta mucho más cara, amén de la ingente cantidad de residuos que los envases plastificados provocan y que, con inusitada frecuencia, vienen a parar a los basureros cuando no al mar, dañando sobremanera la pureza de sus aguas. Que esa es otra cuestión bien nefasta para el ecosistema.

Añoramos las fuentes públicas y aplaudimos las iniciativas de grupos de ecologistas que la reclaman con insistencia. La vuelta a las fuentes de antaño, algo por lo que, además, claman organizaciones como Ecologistas en Acción, es una pretensión que no tenemos por menos que aplaudir. Se impone recurrir a las fuentes publicas para los viandantes que deseen calmar su sed sin necesidad de acudir al bar más cercano con este fin.

Se ha decretado por parte de algunos consistorios relevantes del país que se sirva agua del grifo a comensales en restaurantes que lo soliciten. Entienden que es un derecho humano intransferible que no se puede desdeñar y así lo entienden hosteleros celosos de su cometido y de la ineludible atención al cliente. Una norma que se extiende en países de acrisolada solvencia tanto económica como política, caso de Estados Unidos o Francia entre otros, que apuestan por servir agua del grifo a su clientela, seguros de que es un gesto que se agradece por parte de quienes asumen su calidad merced al contacto nulo con el plástico. Gesto éste que en nuestro país debería extenderse sin cortapisa y como norma inaplazable. Lo mismo sería muy loable que en pueblos de nuestro entorno volvieran las fuentes públicas a las plaza, algo que de seguro sería de agradecer sin reserva por parte de los lugareños que ahora no tienen por menos que añorarlas.

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Sobre el autor

Nacido en Benaoján, 1941. Licenciado en Lengua y Literatura Española por la UNED. Autor de varios libros. Corresponsal de SUR en la comarca de Ronda durante muchos años.


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