A esta altura ya resulta una obviedad comentar que mientras Gil y sus secuaces utilizaban a Marbella para enriquecerse, la ciudad se llenó de ladrillo, se endeudó hasta lo insostenible y se vació de equipamiento. Marbella debe ser seguramente la única ciudad de Europa en la que por propia decisión no se realizó durante 15 años ni una sola inversión pública.
Cómo recuperar el tiempo perdido constituye ahora el problema a resolver.
Existen urgencias. La Junta de Andalucía, por boca de su consejero de Presidencia, Gaspar Zarrías, reconoció el año pasado que el gobierno autonómico dejó de invertir 100 millones de euros durante todo el tiempo en que Marbella se aisló institucionalmente. Es un buen punto de partida para saber qué se le debe a la ciudad. La alcaldesa ha reclamado que la inversión se haga en los cuatro años de su mandato. Al mismo tiempo, pide que las instituciones del Estado no le exijan a Marbella que pague en estos cuatro años la deuda contraida en 15.
Si se aplica el criterio de reciprocidad y los partidos ponen por un momento el sentido común por encima de la demagogia, seguro que habrá acuerdo. Disculpe el lector la ingenuidad de un servidor.