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Héctor Barbotta

Marbella blog

Mal momento para despegarse de la etiqueta

Cuando una ciudad vive de vender calidad de vida y nadie quiere vivir en ella, es que hay un problema. Semanas atrás nos preguntábamos por qué los comisarios duran tan poco en Marbella y salen corriendo en cuanto se les presenta la menor oportunidad, y ahora ha llegado el momento de hacerse la misma reflexión con los funcionarios de justicia. Que no es que se vayan, sino que ni siquiera se plantean venir. Los juzgados de Marbella llevan meses paralizados porque quienes son designados para trabajar aquí prefieren seguir en el paro.  
Es evidente que los juzgados de Marbella no son precisamente un lugar apacible donde realizar esa actividad a la que tan aficionados son no pocos trabajadores asentados en la función pública –esperar a que lleguen las tres de la tarde–, habida cuenta de los numerosos, complejos y nutridos sumarios que aquí se instruyen. Pero posiblemente lo que menos invite a aceptar una plaza en los juzgados de la ciudad sea esa sensación ya arraigada en la conciencia de gran parte de la sociedad y que tanto habrá que trabajar para erradicarla: que en Marbella y especialmente en algunos ámbitos justicia, policía, promoción inmobiliaria, política– todo está podrido, y a poco que se rasca salta un escándalo. No se trata de lamentarse por la injusticia que supone para una ciudad entera estar identificada por un sambenito que, como se ha visto en la última semana con la detención de alcaldes a lo largo de todo el litoral español, no es precisamente patrimonio exclusivo de Marbella. Se trata de comenzar a ver qué se hace para despegarse de la etiqueta. 
Pero mientras llega el ansiado plan de marketing –a ver si sus autores afinan la puntería y se consigue algo medianamente decente que pueda ser aprobado–, los acontecimientos de la última semana tampoco han ayudado mucho a comenzar a construir una mediana imagen de normalidad. El fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía ha dejado claro en su escrito de acusación que el asunto del supuesto asesoramiento que el juez De Urquía brindó a Roca no es una tontería que se pueda resolver con una multa o una inhabilitación. Tres años de cárcel y una dura sanción económica es lo que pide para el juez, el jefe y el amigo de ambos que hizo el contacto. Este último, hijo de una conocida empresaria de la noche a quien su connivencia con Gil le supuso no pocos beneficios, es un personaje clave en toda la historia, pese a que hasta el momento ha pasado casi desapercibido. No pocos ciudadanos pueden preguntarse de qué pueden servir las investigaciones para conocer la verdad y las subsiguientes peticiones fiscales si en mitad del proceso se asumen riesgos que pueden dar lugar a que los implicados se quiten de en medio. No se trata sólo del caso de Roca o del citado hijo de la empresaria –que ha dejado de frecuentar los lugares que solía–. Hay más. La Audiencia devolvió esta semana el pasaporte al empresario  Carlos Sánchez, socio de Roca según el juez Torres –a quien ningún imputado echa de menos– para viajar a la República Dominicana, país con el que no existe convenio de extradición. En ese rincón del Caribe se cultivan bananas, pero no está claro que la justicia bananera haya que situarla a aquel lado del océano. 
En el Ayuntamiento están con la mosca detrás de la oreja. Tienen motivos para creer que Roca pueda escaparse, y previendo que con el ‘caso Malaya’ queda poco por hacer, han tirado del ‘caso Saqueo’ no será por falta de casos– para pedir a la Audiencia Nacional que lo encarcele a hasta la celebración del juicio. Si el lector estimó gratuito  lo de ‘justicia bananera’ vale recordar que ese asunto, por el que se le piden a Roca diez años de cárcel y en el que la principal víctima es la ciudad de Marbella lleva siete años esperando el juicio. Lo que quiere evitar el equipo de gobierno no es sólo que Roca eluda la cárcel, sino sobre todo que su eventual desaparición suponga la evaporación del botín. Ángeles Muñoz y su gente llevan tiempo haciendo cuentas con ese dinero. Primero cuentas electorales, que le salieron bien. La devolución a Marbella de lo robado fue uno de sus ejes de campaña. Y después cuentas económicas: la ruina del Ayuntamiento es tal que sólo el horizonte de recuperar bienes permite conseguir algo de oxígeno.   

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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