Basta ver las fotos del antes y el después para calibrar la magnitud del desastre. El cura párroco de la Encarnación, José López, debería por lo menos intentar explicar a los vecinos qué hizo –o qué quiso hacer– con el ‘Cristo de Pombo’.
Como si esta ciudad y su patrimonio –natural, histórico, urbanístico y de imagen– no hubiesen tenido ya suficiente, al responsable (por llamarle de algún modo) de la parroquia se le ocurrió encargarle la restauración del Cristo a un presunto licenciado en Bellas Artes cuyos méritos son, según el párroco, su fe y su generosidad. Vistos los resultados, hubiese sido mejor confiar el trabajo a un restaurador avaro y descreído, pero con las suficientes luces como para no dejar a una talla del siglo XII como si la hubieran untado con una gruesa capa de titanlux.