Como un enfermo que comienza a cuidarse el colesterol una vez que ya ha sufrido un infarto, el gobierno andaluz ha decidido, en pleno ajuste, volver a poner al turismo al frente de la economía.
Durante los años de bonanza y descontrol en los que se levantó una pared casi continua de cemento y ladrillo a lo largo del litoral, había empresarios que presumían de estadística. De cada diez turistas que visitaban la Costa del Sol, ocho se interesaban por alguna de las promociones que cercaban hasta el ahogo a hoteles y campos de golf, y uno acababa comprando. Fue la época en la que cuajó el término ‘turismo residencial’, que no era otra cosa que aprovechar el impulso del turismo para vender pisos, y que acabó situando a los hoteles en el papel de actores secundarios, cuando no de figurantes, del tejido empresarial. Posiblemente nunca antes la metáfora de la gallina de los huevos de oro haya tenido una aplicación más ajustada.
Ahora se anuncia con convicción una poderosa iniciativa para que la industria turística recupere su lugar, y será Marbella, donde la gallina se empeña en resucitar una y otra vez, la que albergará un laboratorio de ideas que permitan que el turismo no pierda el hilo de los nuevos tiempos. Habrá que ver si la Costa del Sol no tropieza otra vez con el mismo ladrillo. Porque no son las crisis, sino las bonanzas, las que ponen a prueba las convicciones.