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Héctor Barbotta

Marbella blog

Lo que Marbella menos necesita

Por qué Marbella, una ciudad cuyo renombre mundial fue construido por empresarios visionarios, audaces y constantes de la talla de José Banús, Norberto Goizueta, Alfonso Hohenlohe o José Luque Manzano, acabó dando cobijo a la caterva de sirvengüenzas que arrastraron su nombre por el fango al tiempo que se llenaban los bolsillos es una pregunta que alberga seguramente respuestas complejas.
Resulta difícil comprender las causas, pero no advertir el resultado. Porque para escarnio de la memoria de los fundadores de la Marbella moderna, referencia mundial del turismo de excelencia y de la calidad de vida, la ciudad arrastra desde Jesús Gil hacia aquí una herencia de ruina económica y desastre urbanístico-ambiental que se suma a una doble e injusta losa de imagen pública. En algunos ámbitos se la sigue sigue referenciando como ciudad sin ley y como antro de chabacanería, imágenes ambas que se retroalimentan mutuamente en perjuicio de la economía de la ciudad y de sus vecinos.
El último exponente de la zaga lamentable de personajes que tienen en la grosería y la patología antisocial sus señas de identidad es el propietario del asador Guadalmina, que ha elegido su oposición a la ley antitabaco como plataforma para promocionar su restaurante y exhibir su intolerancia. Lamentablemente para la ciudad, su negocio está en Marbella.
Su incuestionable derecho a manifestarse contrario a la norma que prohíbe fumar en establecimientos abiertos al público perdió toda legitimidad cuando decidió ejercerlo incumpliendo la ley y desafiando todas las normas que regulan la convivencia. Lo hizo apelando a la libertad de empresa -como si la libertad fuera excusa para violar la ley y no el principal motivo para respetarla- y poniendo el empleo de sus trabajadores como rehén de su absurda pretensión de saltarse las normas porque sí. Una actitud que retrotrae a la ciudad a los años en los que Jesús Gil imponía su voluntad sin reparar en leyes, instituciones o derechos ajenos.
Cuando el empeño institucional y ciudadano de Marbella se centra en recuperarse de la larga noche y devolver el nombre de la ciudad a la identificación con los valores que su economía necesita, el episodio del asador supone un regreso a la oscuridad, un paso atrás para los miles de empresarios y trabajadores que todos los días empeñan su tiempo y esfuerzo en levantar a esta ciudad. El cierre del local, que acaba con el agravio que sufrían quienes sí cumplen la ley, supone por eso una buena noticia para la ciudad. El matonismo y la prepotencia ya no caben en Marbella.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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