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Héctor Barbotta

Marbella blog

Un bochorno innecesario

Los dos principales partidos de Marbella afrontan los días previos al inicio de la campaña electoral desde situaciones muy diferentes. El PSOE se enfrenta a una nueva oportunidad de demostrar que su crisis en la ciudad no es crónica, o al menos que no lo será para siempre, después de acabar la legislatura con solo cinco de los diez concejales que la iniciaron y un recambio en la dirección de la agrupación local que de momento no ha sido capaz de cohesionar las corrientes diversas que desde años ha representan lo que ha venido a definirse como ‘sensibilidades’ socialistas.
La lista que el PSOE presenta a las elecciones es un reflejo de esa situación. Supone un borrón y cuenta nueva en relación con la que propuso Paulino Plata cuatro años atrás –que a su vez era un borrón y cuenta nueva con la de hace ocho años–, integra solo a personas de la máxima confianza del candidato y secretario general –si acaso la única excepción es la número dos, Susana Radío, con fuertes sustentos en la golpeada Ejecutiva regional socialista– y se propone sumar voluntades a partir de un grupo sólido constituido con el principal objetivo de minimizar los riesgos de que en el futuro puedan surgir eventuales voces discordantes que repitan la sangría sufrida durante este periodo en el grupo municipal.
Bien diferente es la situación en el Partido Popular, donde la elaboración de las listas ha puesto de manifiesto que las jerarquías apenas se han movido en los últimos años. Los nombres que aparecen en los primeros lugares, inmediatamente después de Ángeles Muñoz y Miguel Troyano, demuestran que pese a los méritos de gestión acumulados los representantes de la savia nueva que hizo crecer al PP hasta los 5.000 afiliados en Marbella no son aún contrapeso suficiente frente a quienes acompañaron a la alcaldesa en el tiempo de la oposición a Gil. En el PP la antigüedad sigue siendo un grado, y esa es la principal explicación para entender por qué Francisca Caracuel y Félix Romero ocupan los lugares más altos de la lista. Otra cosa serán los movimientos que se produzcan cuando Muñoz tenga que formar gobierno después de un eventual triunfo electoral en los comicios del 22 de mayo.
Las salidas y las novedades en la lista del PP suponen una radiografía exacta de lo que fueron los cuatro años de mandato que están a punto de terminar. Se van quienes han defraudado con su gestión o no han sabido resistir frente al empuje de quienes mostraron más ambición por ocupar un asiento en el salón de plenos del Ayuntamiento. Y entre los que llegan están los integrantes del círculo de confianza de la alcaldesa. Qué papel le reservará Ángeles Muñoz a los recién llegados y cómo reorganizará ese círculo con dos de sus colaboradores más cercanos con sendas actas de concejal en las manos que les impedirán desarrollar las tareas de trastienda que han realizado con eficacia desde 2007 es otra de las incógnitas cuya resolución de momento solo está en la cabeza de la primera edil.
Que los concejales descartados hayan aceptado formar parte de la lista en los últimos lugares por debajo de quienes ahora se sentarán en sus sillones solo puede entenderse como una muestra de la moral de victoria que en estos días reina en el Partido Popular. Con la expectativa de que Muñoz seguirá mandando, nadie se ha atrevido a manifestar su disgusto negándose a ocupar unos puestos de la candidatura que solo tienen el valor de lo simbólico.
Ante esta confianza en la victoria segura, llama la atención –o quizás no debería hacerlo, porque el éxito suele ser peor consejero que el fracaso– que el partido gobernante se haya metido en la pelea de las vallas con publicidad institucional en lugar de preocuparse por comenzar la batalla desde un escrupuloso respeto a la letra y el espíritu de la ley electoral. Ya la polémica sobre la ubicación de las vallas con propaganda electoral en la que ambas partes se enfrascaron y el férreo marcaje de la Policía Local a la publicidad colocada por la oposición –todo ello en la época en que las redes sociales han eclosionado como un canal fundamental de la comunicación política– había demostrado que no hace falta ser un eurosinvergüenza instalado en Bruselas o Estrasburgo para no enterarse de por dónde van los intereses, las preocupaciones e incluso las tendencias de los ciudadanos. Pero que esta semana el Ayuntamiento se haya visto ante la situación sonrojante de ser reconvenido por la Junta Electoral por resistirse a retirar los carteles con publicidad institucional, en este contexto y con estas previsiones ante el llamado a las urnas, es que no tiene ningún sentido.
Hay actitudes que desde la ética y también desde la política (por más lejanos e irreconciliables que parezcan ambos términos) son inaceptables. Pero en determinadas situaciones, además de inaceptables son absurdas .

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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