Antes de que se iniciara el juicio del ‘caso Malaya’ hubo voces que vaticinaban que muy pocas de las acusaciones formuladas por el fiscal podrían ser probadas, que llegado el momento del derecho procesal la instrucción del juez Torres se vendría abajo, que se desnudarían todas las debilidades de la investigación policial. Hubo quien lo auguraba con pesar, pero también quien lo hacía con cínica sonrisa en la boca.
Roca comenzó por negarlo todo, pero como seguramente no existe argucia legal que permita negar la evidencia, con el correr de las jornadas su estrategia de defensa ha ido derivando en reconocer delitos a medida que el juicio avanzaba y las pruebas y testimonios caían con fuerza irrefutable. Primero reconoció delitos ya prescritos, después infracciones fiscales menores, y esta semana, con explicaciones que podrían ser desternillantes si no estuviéramos hablando de una tragedia institucional, que cobró de empresarios y pagó a concejales. El núcleo de lo que pasó en Marbella durante muchos años ha quedado expuesto ante el tribunal y por boca del principal acusado. El juicio marcha sobre ruedas. Y para Roca, cuesta abajo.