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Héctor Barbotta

Marbella blog

Las compras de Navidad encienden la luz roja

Posiblemente no sean éstas unas fiestas navideñas que puedan servir como termómetro definitivo, porque cuando las circunstancias económicas son adversas se tiende a exagerar el dramatismo de las conclusiones.
Sin embargo, lo que ya puede verse desde que comenzó la hora de las compras en la época de mayor movimiento comercial del año debería servir como acicate no solo para reflexionar, sino también para poner manos a la obra.
Hace ya unos pocos años, desde que las grandes firmas comenzaron a marcharse de Ricardo Soriano, que se viene advirtiendo de que el mapa comercial de Marbella se está concentrando en dos focos mientras desaparece del resto de la ciudad. Resulta injusto decir que La Cañada y Puerto Banús están engullendo a las otras zonas comerciales con las que siempre contó Marbella, porque quienes están erosionando al casco antiguo, a Ricardo Soriano y a San Pedro no son quienes sobreviven a la crisis, sino otras causas más profundas que es necesario detectar para hacer algo al respecto.
No basta con recurrir a los argumentos ya consabidos, pero insuficientes, de la dificultad de los pequeños para competir con los grandes, de la falta de infraestructuras básicas como aparcamientos que empujan a los consumidores a hacer sus compras allí donde pueden dejar al coche, de los nuevos hábitos de consumo que obligan a los comercios tradicionales a reinventarse o morir.
Las terribles dificultades del comercio en San Pedro, herido letalmente por unas obras del soterramiento ralentizadas hasta la desesperación; el estancamiento del casco antiguo, tantas veces diagnosticado como tantas ignorado a la hora de buscar soluciones, o la dolorosa agonía de Ricardo Soriano, cuyo paisaje de locales vacíos representa el síntoma más claro de la voracidad de la crisis, y también de la falta de un modelo comercial capaz de incluir al conjunto de la ciudad, deberían situarse en el primer plano de las preocupaciones a la hora de afrontar el modelo de ciudad que tendría que comenzar a dibujarse desde ahora mismo. No a pesar de la crisis, sino para aprovechar el momento de cambio que toda crisis supone.
Cuando se ve el paseo marítimo lleno de visitantes cada vez que hay un puente, cuando se tiene noticia de que durante el verano es imposible conseguir un buen alojamiento en Marbella si uno no está dispuesto a desembolsar una buena cantidad de dinero, cuando aparcar o conseguir un taxi en verano o en Semana Santa constituye poco menos que imposible, resulta legítimo preguntarse cómo puede haber 15.000 parados en esta ciudad. Seguramente la respuesta debería ir en el camino de preguntarse si hemos alcanzado la madurez de desarrollo económico que otros destinos que en el mundo compiten con Marbella sí exhiben.
Y si a partir de esa respuesta se pretende buscar una salida económica que no esté a expensas del surgimiento de una nueva burbuja inmobiliaria (tan improbable como indeseable), la atención debería centrarse sobre todo en un comercio de calidad, moderno, especializado e innovador.
Los últimos éxitos de La Cañada (con la llegada de firmas tan potentes y prestigiosas como Apple o Abercrombie), la solidez de Banús en el segmento del lujo y las legítimas expectativas levantadas en torno al proyecto de La Bajadilla y el traslado del polígono de La Ermita no deberían llevarnos a la peligrosa conclusión de que para que algunos ganen otros tienen que perder. Porque la ciudad necesita recuperar todo su entramado comercial. Le va su futuro en ello.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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