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Héctor Barbotta

Marbella blog

Por encima

No es la primera vez que un alto cargo dela Magistratura de este país disfruta de fines de semana a todo tren en Marbella pagados con cargo al erario público. Por aquí todavía se recuerdan, no sin bochorno, las célebres jornadas judiciales con las que en sus primeros años como alcalde Jesús Gil agasajaba a los más poderosos representantes del estamento judicial a golpe de marisco y hospedaje de lujo todo incluido para engrasar las relaciones de alto nivel que después remataba en el palco del Calderón y que le permitieron saquear impunemente esta ciudad durante más de una década.
El caso de Carlos Dívar, denunciado por haberse pagado con dinero público escapadas de lujo a Marbella, la misma ciudad a la que los jueces abandonaron a su suerte durante ese tiempo, podría ser el gran escándalo del año, pero desafortunadamente solo apunta a ser el gran escándalo de la semana, hasta que salte otro que tape al anterior. Y así.
Nuestra atención hacia cómo se utiliza nuestro dinero en las instituciones públicas es tan despreocupada que dejamos casi sin irritarnos que cualquiera que acceda a una administración disponga de él como si fuera suyo. No ya los políticos, que nos tienen acostumbrados a hacerlo sin dar explicaciones o, lo que es peor, dando explicaciones que sería mejor que no dieran; no ya los encargados de vigilar el cumplimiento de las leyes, como estamos viendo. La apropiación del dinero de todos parece ser una tentación para cualquiera que lo tenga a su alcance.
Y así seguirá siendo mientras los dueños del dinero, los ciudadanos, no pongamos coto a los abusos. En Estepona, mientras se investiga a una empleada municipal como sospechosa de haber distraído 200.000 euros de las cuentas municipales sin que nadie se diera por enterado durantetres años, acaba de saltar el caso de otro trabajador que hace dos años se quedó con el dinero de una multa. Que el empleado en cuestión sea delegado sindical no debería ser considerado un agravante, sino una demostración de que el virus ha contaminado ya al organismo completo.
Por eso no debe extrañar que ahora se esté planteando con absoluta normalidad utilizar dinero público para rescatar el experimento de Bankia. Eso sí, la cosmética ha obligado a decirle a Rato que cobre lo suyo y se vaya. Es el precio que debe pagar por haber vivido por encima de nuestras posibilidades.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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