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Héctor Barbotta

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Una concejala de Marbella que se destaca por fustigar a la Junta por la falta de inversiones en los colegios y que antes de volcarse con la política había dedicado su vida a la educación pública se despacha con un mensaje en Twitter en el que dice que la educación pública genera ciudadanos débiles, subsidiarios y dependientes.
El diputado nacional Toni Cantó, que desarrolla parte de su trabajo en la comisión de Igualdad del Congreso, da por buenas unas cifras que escuchó por ahí y suelta en la misma red social que la mayoría de las denuncias por maltrato son falsas.
No hace mucho, una parlamentaria advertía también en Twitter de que las prospecciones exponían a la Costa del Sol al peligro de sufrir ‘un Prestige’, olvidando aclarar, por imposible, qué clase de chapapote podía generar un eventual escape de gas.
Obviando la irresponsabilidad de la que hizo gala Cantó al repicar unas cifras que le ha pasado un lobby interesado en minusvalorar la importancia social de la violencia de género, los malabares dialécticos de quienes por posición política se ven obligados a defender unos recortes que seguramente no comparten y el oportunismo indocumentado que inunda sin remedio la actividad pública, los tres ejemplos ilustran algo más que el lamentable nivel en el que se desarrolla casi todo el debate político: los profesionales del asunto no se han enterado de los peligros de meterse a debatir en Twitter sin conocer algo más que las reglas básicas de la red.
La concejala pidió disculpas por su mensaje y rogó que se lo analizara en un contexto que solo se comprendía –y solo a medias, debe admitirse– si se leían los mensajes anteriores y posteriores, sin comprender que en la comunicación no hay más contexto que el propio mensaje, y que quien no tiene capacidad de síntesis debería abstenerse de debates en profundidad si no quiere llevarse un mal rato.
Cantó también pidió disculpas y admitió que no debió haber reproducido públicamente unas estadísticas que no tenía contrastadas, sin entender que lo que se ha escrito en la red, en la red queda.
Desde que los políticos descubrieron en Twitter un vehículo para comunicarse sin intermediarios con el personal se ha producido un fenómeno curioso: muchos de quienes lo han querido utilizar para plantear debates con cierta independencia o profundidad han quedado expuestos, mientras que quienes se han limitado a reproducir las consignas de su partido o han tenido el comportamiento friqui de retransmitir su agenda en directo como si tuviera el mismo interés que la de Obama no han sufrido contratiempos.
Posiblemente unos y otros deban entender que para comunicar con cierta profundidad son necesarios rigor y capacidad de síntesis. Las cualidades básicas, vaya casualidad, que también demanda un oficio en horas bajas cuya desaparición vaticinaron quienes creyeron que para comunicar bastaba con sentarse frente a la pantalla y darle a la tecla.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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