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Héctor Barbotta

Marbella blog

Fantasmas

 

La ‘médium’ británica Anne Germain, una señora con pinta de no saltarse el té de la cinco en su salón empapelado con motivos florales pero que se dedica a cobrar por decir que habla con los muertos, ha suspendido la actuación que tenía prevista en Marbella. Se había reservado el Palacio de Congresos e incluso se llegaron a poner a la venta las entradas a 60 euros, pero finalmente tuvieron que levantar el espectáculo. Los organizadores adujeron motivos técnicos, pero la verdad es que por la taquilla pasaba menos gente que por el paseo marítimo un lunes de invierno a las cuatro de la mañana. No ha sido solo en Marbella. La compañía encargada de producir el espectáculo ha cancelado por completo la gira española tras aducir constantes pérdidas.
La suspensión es una buena noticia. No para la cuenta corriente de esta señora, sino como indicador de la salud mental de los ciudadanos de este país, que contra lo que a veces se suele aparentar no parecen dispuestos a ser tomados por tarados. El teatro es buen lugar para emocionarse, para conmoverse, para llorar e incluso para reírse, pero no para que se rían de uno. Para eso, lamentablemente, ya está la política.
Un ejemplo, claro, nítido, paradigmático, que apunta a convertirse en uno de esos clásicos que años después los adversarios de viga en el ojo propio seguirán citando a la hora de practicar el ‘y tú más’, es el de la directora de distrito de Puerto de la Torre en el Ayuntamiento de Málaga, recolocada como cargo de confianza en la Diputación dos semanas después de dimitir de su puesto tras ser sorprendida en un control de alcoholemia.
No se trata de determinar si esta persona es una irresponsable que no debe estar al frente de un cargo público, si ha sido víctima de una conspiración montada para cazarla en fuera de juego o si ocupa alguno de los infinitos matices de grises que existen entre una y otra. No se trata de ahondar en una cuestión tan privada y personal sobre si bebe mucho, poco o nada cuando sale a comer. Se trata de preguntarse si esta sociedad merece asistir a la teatralización pactada de una dimisión ficticia y, 18 días después, comprobar que todo era una farsa. Si se merece que le pretendan hacer creer que ha habido una decisión ejemplar para enseguida comprobar cómo se estira la bolsa del dinero público para sustentar una nómina más, porque hay personas para las que no existe el peligro del paro por más equivocaciones que acumulen.
Nos dicen que han tomado nota del peligroso desapego ciudadano por la política y nos acaban ofreciendo un espectáculo de fantasmas.
El problema es que se puede elegir no comprar una entrada para darle de comer a una jeta que dice hablar con los muertos. Pero no se puede dejar de pagar impuestos para no sufragar más a quienes no pierden la costumbre de tomarnos el pelo.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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