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Héctor Barbotta

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Malaya: condena y relato

Parece que fue un problema de expectativas, como cuando la crítica que antecede a una película es tan buena que la experiencia de verla no llega a lo que el público espera. El tribunal del ‘caso Malaya’ se ha sentido obligado a dar alguna explicación después de que la mayor parte de la opinión pública recibiera la sentencia con desazón, atribulada por la sensación de que la corrupción, si es a gran escala, sale a cuenta. Ya lo había dicho Jesús Gil, mentor, inspirador y guía espiritual de esta caterva de sinvergüenzas: «De la cárcel se sale, de pobre no».

A la vista de los saludos y las enhorabuenas que se cruzaban en la sala mientras se leía la sentencia y de las caras de satisfacción con la que abandonaban el Palacio de Justicia, parece que muchos de los condenados se habían preparado para condenas más duras. Así de convencidos estaban de la inocencia que pregonan.

Los magistrados han explicado que pese a los delitos gravísimos que han quedado demostrados, con la ley en la mano no cabía hacer otra cosa. Si se hubiese podido aplicar la actual legislación sobre delitos de corrupción, y no el Código Penal anterior, no se habrían visto tantas sonrisas hirientes en el Palacio de Justicia.

Pero la expectativa incumplida de que prosperaran las peticiones de las acusaciones -no solo la Fiscalía, sino también la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Marbella harían bien en preguntarse si hicieron correctamente su trabajo- no debe permitir que el relato de lo que sucedió en Marbella lo terminen escribiendo quienes se han librado por los pelos, confunden una condena leve con una declaración de inocencia o sostienen que ‘Malaya’ fue la ocurrencia de unos irresponsables en busca de protagonismo.

Porque es la primera vez que se condena por hechos gravísimos a un gobierno municipal completo y, sobre todo, porque ‘Malaya’ no fue ni ha sido nunca una causa general contra el gilismo, sino un caso abierto sobre algunos hechos concretos que tuvieron lugar en un corto periodo de tiempo. Si alguien pretende calcular en años de cárcel lo que supusieron Gil y sus sucesores para Marbella debería sumar a ‘Malaya’ ‘Saqueo’ 1 y 2, ‘Minutas’, ‘Blanqueo’ y las centenares de causas abiertas por cuestiones urbanísticas.

Malaya ha pasado, y aunque los años de la corrupción en Marbella siguen vivos en juzgados de toda la provincia, el tiempo transcurrido juega a favor de la impunidad. Es el precio a pagar por la ineptitud, la complacencia y la cobardía con que la sociedad y el Estado afrontaron un problema llamado Jesús Gil.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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