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Héctor Barbotta

Marbella blog

Alimentar el desencanto

No es la política de nuestros días una actividad donde la valentía sea una cualidad habitual, y posiblemente por ello es difícil encontrar a un cargo público que se atreva a decir lo que piensa, y no lo que se espera que diga según la consigna que haya lanzado su partido, o que alce la voz, o que nade contracorriente. Cuando se avecinan convocatorias electorales es aún más habitual escuchar voces que procuran no desentonar, y es mucho más difícil que alguien se atreva como solista, no vaya a quedarse el osado sin lugar en el coro.

El pasado jueves hubo pleno municipal, esas reuniones que sirven de termómetro para saber qué distancia separa la cruda realidad de lo que debería ser, y la sesión transcurrió según los parámetros acostumbrados: con ausencias, con bronca en casi todos los puntos y con algunos ediles que no tienen complejo en dejar claro que la buena educación no figura entre sus cualidades más sobresalientes.

En medio de este ambiente que tan escasa ilusión despierta, se aprobó sorprendentemente una propuesta de Izquierda Unida en la que se proponía modificar los criterios de acceso a las escasas plazas de guarderías municipales. El cambio, aprobado por todos los grupos sin apenas debate, consistió en que deje de ser un factor determinante para conseguir plaza que ambos progenitores estén trabajando y conceder más puntos a quienes se encuentran en situación de desempleo.

La propuesta se aprobó por unanimidad, porque ¿quién va a votar en contra de los parados?, sin que nadie se detuviera a reflexionar que hay familias donde padre y madre trabajan precisamente porque pueden enviar sus hijos a la guardería, que en los baremos ya existen criterios para favorecer a las familias de menos recursos a través de la presentación de la declaración de la renta y que dejar a una madre trabajadora sin una plaza de guardería pública puede equivaler a condenarla a que tenga que abandonar su empleo. Eso sí, si al año siguiente tiene la desgracia de continuar en el paro ya podría asegurarse una plaza en la guardería que para poco le serviría.

Evidentemente no se trata de condenar a nadie que esté en el desempleo a permanecer toda la vida en esa situación, sino de adoptar decisiones acertadas y mínimamente reflexionadas acerca de cómo administrar los escasos recursos públicos, ya que por lo que se ve no hay capacidad suficiente para evitar que sigan siendo escasos.

Este consenso inaudito para tomar una medida que pretende conformar a todos -hay puntos por tener trabajo y por no tenerlo, al igual que los hay por ser familia numerosa y por ser monoparental- convierte el acceso a las, recordemos, escasas plazas de guarderías públicas en una lotería y parece inspirada en la misma filosofía que llevó al anterior presidente del Gobierno a realizar la promesa de que las 17 comunidades autónomas tendrían una financiación por encima de la media, como si ello fuese posible.

Ponerse de costado a la hora de tomar decisiones, decirle a cada uno lo que cada uno quiere oír, intentar conformar a todos, en definitiva, no hacer pedagogía sino demagogia, puede ser una buena manera de evitar que a uno lo señalen, incluso puede reportar algún rédito a la hora de las urnas, pero no demuestra compromiso alguno con la resolución de los problemas. Y a la larga no ilusiona a nadie.

El asunto de las guarderías, uno de los pocos que en el último pleno consiguió la unanimidad de todos los partidos pese a que había otros aparentemente tan diáfanos como pedir a la Junta de Andalucía que no olvidara la marca Marbella a la hora de hacer promoción turística y que generó una gran bronca, no pasaría de ser una mera anécdota si no revelara qué nos espera en el año que todavía nos separa de las próximas elecciones municipales, con preliminares en las Europeas del 25 de mayo para ir abriendo boca.

Los partidos ya están con el chip electoral puesto -aunque alguien podría preguntarse con razón en qué momento se lo quitaron-, y quienes escuchan a los responsables políticos de la ciudad saben que los cálculos y las previsiones electorales están en el primer lugar de sus preocupaciones.

Por ello cabría esperar tener ya algún adelanto de lo que será el discurso, no ya las propuestas, que pondrán sobre la mesa para intentar conseguir atraer al electorado. Pero de momento con lo que nos estamos encontrando es con la propuesta de las elecciones municipales, sí, pero las de hace tres años.

De un lado la prédica dominante gira en torno a lo mal que estaba el Ayuntamiento cuando el PP llegó al gobierno municipal, cómo cambiaron las cosas en relación con la ciudad desde que Rajoy se instaló en Moncloa y lo mucho que la Junta de Andalucía maltrata a Marbella. Desde la oposición mayoritaria, y en ocasiones también desde los otros grupos, lo que domina es el discurso de la sospecha permanente que dibuja al equipo de Ángeles Muñoz como si fuera la continuación de los gobiernos indecentes que camparon en el Ayuntamiento entre 1991 y el 29 de marzo de 2006.

Puede ser que en ambos lados piensen que con estas ideas -por llamarlas de alguna manera- se puede afrontar lo que queda para las elecciones. Lo que es seguro es que sin propuestas, sin retos, sin desafíos, es difícil que logren ilusionar a alguien. Y deberían saber que el desencanto ciudadano con la política no deja margen para equivocarse tanto.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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