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Héctor Barbotta

Marbella blog

Ni un mísero tuit

El jeque ha anunciado que se va del Málaga, o de Málaga, porque no hay quien se aclare con sus tuits y contratuits, y la pregunta cae por su propio peso: ¿Se irá también de La Bajadilla? ¿O se habrá ido ya sin dedicarnos siquiera un mísero mensaje en la red social?
El problema es que la realidad de los últimos meses, y quizás habría que decir que de los últimos años –con el tímido paréntesis del verano pasado, que pareció más bien una efímera primavera de esperanza– impulsa a manifestar un temor: Efectivamente quizás no sea necesario que se vaya de La Bajadilla porque hace tiempo que no da ninguna señal de estar ahí. Desde que la sociedad encabezada por Al-Thani comunicara a la Agencia Pública de Puertos de Andalucía que se encontraba en pleno proceso de selección de la empresa a la que se contrataría para la redacción del proyecto constructivo no se han tenido más noticias de interés, desinterés o nada que relacione al jeque con el proyecto del puerto. Como si nunca hubiese pasado por aquí.
Desde que ganó el concurso, y con él la concesión no solo para ampliar el recinto sino también para gestionarlo, la actitud del jeque en relación con el puerto ha sido hasta ahora más acorde con los usos y costumbres del país de procedencia de la inversión –yo tengo el capital, tu esperas callado y sin chistar– que a un estado de derecho, donde ganar un concurso para gestionar un bien público genera derechos, pero también obligaciones.
Los silencios y caprichos del jeque han sido hasta ahora tolerados por la administración con paciencia, pero en la APPA existe la convicción de que los avances del verano de 2013 –aquel período efímero en el que creímos que todo iba a salir finalmente adelante– solo fueron posibles gracias a la firmeza con la que se advirtió a Al-Thani, por medio de expedientes cuyo desenlace se advirtió sería inexorable, que las normas de un emirato absolutista no rigen en esta geografía, por más hambre de inversiones que exista.
La falta de noticias ha hecho que la Junta le haya remitido un nuevo requerimiento para que diga cuándo van a empezar las obras, si van a empezar, o al menos para que diga algo. Pero no hay ningún indicio que invite a pensar que habrá una respuesta diferente al silencio.
Es posible que el jeque perciba haber sido objeto de abusos por parte de quienes se le acercaron oliendo millones. De hecho, desde su entorno se atribuye la paralización al conflicto judicial abierto por el impago de unas minutas, a su juicio abusivas, presentadas por los autores del proyecto que resultó ganador. Pero su incumplimiento sistemático de los plazos, la ausencia prolongada de información, incluso a sus socios –que por cierto representan a una ciudad entera y merecerían un respeto–, y el ninguneo al que someten a todo el mundo le quitan cualquier tipo de autoridad moral para denunciar maltrato o nada parecido.
El problema de todo esto es que cada vez que hay noticias sobre el puerto, las esporádicas buenas noticias, o las cada vez más habituales malas, o la mera ausencia de ellas, queda en evidencia la falta de sentido institucional que empapa la política local. Que el Ayuntamiento aceptara en su día el regalo envenenado del jeque de formar parte de la sociedad concesionaria puso al equipo de gobierno ante la posibilidad de tener acceso a un nivel de información sobre la marcha o no marcha del proceso que seguramente muchas veces se sobrestima, pero que en una situación como ésta es mejor que nada. Los resultados revelan que aquel no fue un movimiento prudente, aunque posiblemente no exista actividad más fácil que opinar del partido que se jugó el domingo con el periódico del lunes en la mano.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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