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Héctor Barbotta

Marbella blog

De benefactor a apestado

 

En el mundo de la política las fotos parecen ser un mundo aparte. Sobre todo para los políticos. Una buena carrera política no se sustenta si no incluye fotos en plano de igualdad con personajes relevantes, del mismo modo que una foto con la persona inadecuada, aunque el papel ya amarillee, puede obligar a muchas explicaciones e incluso arruinar la carrera del más encumbrado. No se descubre ningún secreto si se revela que los mayores enfados de los políticos con los medios de comunicación son producto, más que de la aparición o el tratamiento de una u otra información, de la ausencia de una foto que consideran relevante. Hay periodos sensibles, como las campañas electorales, donde algunos parecen leer el periódico regla en mano para medir el tamaño de su retrato y el del adversario. Y deducir de ahí intenciones de lo más aviesas.
En Marbella todavía se recuerdan los malabarismos que hizo más de uno, y de una, para conseguir una foto con Michelle Obama cuando en 2010 pasó por aquí unos días de vacaciones. La primera dama norteamericana se resistió a esa utilización de su figura e incluso se cuenta que alguien de su equipo tuvo que ponerse desagradable con un consejero que se desplazó hasta la Alhambra para retratarse en el monumento con la visitante. Con el carácter que se le conoce, la mujer del presidente de Estados Unidos tuvo que hacerle saber que si el precio de la visita era hacerse la foto ella se quedaría con las ganas de pasearse por el Generalife y el Patio de los Leones. Y hubo visita, pero no foto.
Por eso no es difícil entender cuándo alguien está en la cresta de la ola y cuándo ha caído en desgracia. Si hay codazos para fotografiarse con él, la figura está en ascenso. Si el personaje empieza a aparecer solo es que su compañía sólo puede aportar dolores de cabeza. Hay algunos políticos de Marbella que aún se arrepienten de haberse inmortalizado al lado de Bárcenas cuando el todavía tesorero frecuentaba Guadalmina.
La fotografía del jeque Al-Thani el pasado miércoles en el palco del estadio municipal de Marbella explica con claridad cuánto se ha deteriorado el prestigio de quien se presentó hace sólo seis años como el inversor que iba a colocar a Marbella a la vanguardia del turismo náutico y cuyos incumplimientos y desplantes lo han puesto en el lugar de un apestado. Se puede decir que se lo ha ganado a pulso.
No hace mucho, una foto con el jeque podía impulsar la carrera de cualquier político como el de un servidor público cuya gestión contribuía a traer inversiones a la ciudad. Como además Al-Thani no mostraba generosidad a la hora de dejarse fotografiar, un encuentro, aunque sólo fuese tan fugaz como requiere la fracción de segundo necesaria para accionar el obturador de la máquina, podía presentarse como prueba de la relevancia del político.
Pero el pasado miércoles Al-Thani estuvo en Marbella porque su equipo se enfrentaba a los saudíes del Al-Ahli en el estadio municipal y los políticos locales guardaron distancias. El inversor presunto lució soledad en el palco y los dos concejales que ejercieron la representación municipal en el partido no se le acercaron. No hubo ni apretón de manos ni mucho menos encuentro con el alcalde.
El jeque ha pasado de ser el José Banús del siglo XXI, el inversor que pondría al puerto de La Bajadilla en el epicentro del turismo náutico de alta gama de todo el Mediterráneo, a convertirse en el principal obstáculo para que la ciudad pueda desarrollar ese proyecto.
La actitud que ha tenido desde que puso un pie en la ciudad y optó al concurso público para quedarse con la concesión no encuentra explicación posible ni en nuestros parámetros culturales ni en ningún otro. Y desde el punto de vista empresarial es una auténtica locura.
Posiblemente al albur de asesoramientos equívocos y de socios escasos de transparencia, desde un comienzo Al-Thani actuó como si el complejo entramado institucional español fuese demasiado para él y como si también en esta geografía la portación de su ilustre apellido fuese condición suficiente para saltarse trámites, ignorar normas e incumplir compromisos. Durante años se intentó interpretar qué intención última había detrás de cada maniobra con la que conseguía ganar un poco más de tiempo. A punto de culminar su relación con el proyecto es posible que esa incógnita nunca se resuelva.
En los últimos meses el equipo de gobierno municipal ha explorado posibles caminos legales para permitir la entrada de nuevos inversores. Por lo que se sabe existen interesados en participar del proyecto, pero después de más de seis años se ha tejido una madeja compleja que no facilita su entrada.
Las participaciones de la sociedad del jeque, accionista mayoritario de la mercantil Nas Marbella, concesionaria del puerto y en la que el Ayuntamiento ostenta un 3 por ciento, están embargadas y bajo custodia de un administrador judicial por el proceso abierto tras la denuncia del arquitecto José Seguí, autor del proyecto con el que se ganó el concurso y que reclama el pago de sus honorarios.
Los nuevos inversores quieren, como es lógico, un camino expedito sin la presencia del jeque, pero todas las gestiones realizadas para que se aparte voluntariamente no han llegado a buen término. Al-Thani ni hace ni deja hacer. Se ha convertido en un obstáculo para un proyecto estratégico para la ciudad y ello explica en gran medida por qué no hubo nadie del Ayuntamiento que quisiera estrecharle la mano el miércoles pasado en el estadio municipal.
El embargo de las acciones podrá abrir un camino para conseguir apartarlo aun sin su consentimiento, aunque ese camino es complejo. Ni el juez que entiende en la causa ni la administración judicial de las acciones tienen entre sus objetivos principales desatascar la situación, sino simplemente conseguir que el arquitecto cobre lo que se le debe. Sin meterse en más jardines. El autor del proyecto, que sabe que si éste se desarrolla tendrá más posibilidades de conseguir una victoria que no sea pírrica, sí está colaborando activamente para que esto salga adelante.
Legalmente, y es lo que cuenta para la administración autonómica, la sociedad concesionaria es la del jeque. La buena voluntad del Ayuntamiento tiene por delante un muro de burocracia y ahora, que se ha iniciado el proceso definitivo para resolver el contrato de la concesión, apenas tres meses para encontrar una solución.
Si antes el jeque, o quien lo haya sucedido, no presenta el proyecto constructivo, el contrato se habrá resuelto y, en el mejor de los casos, todo el proceso deberá iniciarse desde el comienzo con la convocatoria de un nuevo concurso. Y eso supondría más años de espera. El tiempo apremia.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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