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Héctor Barbotta

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Goldfinger

Se ha conocido la sentencia del ‘caso Goldfinger’ y posiblemente su limitado alcance mediático –ausente por completo de las televisiones y de los medios nacionales– deba entenderse como un éxito, uno más, del servicio diplomático más eficiente del mundo: el Foreign Office.
El caso, como se recordará, tuvo su origen en la recalificación del solar en primera línea de playa cercano a Puerto Banús donde en su día se levantaba Malibú, la residencia marbellí de Sean Connery y que dio lugar a la construcción de un complejo de 70 apartamentos de lujo.
La implicación del actor británico y de su mujer en el caso, que investigaba el beneficio económico que él o quienes actuaban en su nombre habrían obtenido durante la época del urbanismo a la carta, concitó la lógica atención de los medios de todo el mundo. Tras años de residencia tranquila, Connery se fue de Marbella lamentando que los pelotazos que se daban alrededor de su finca le habían hurtado toda la intimidad. Pero al parecer, después de irse él, sus abogados o ambos entendieron que no había motivo para no beneficiarse de esa misma situación que lo había invitado a marcharse.
Desde el comienzo, el juez instructor del caso supo que meterse con un Caballero de la Orden del Imperio Británico que ostenta el título de ‘Sir’ no iba a salirle gratis. Primero recibió llamadas del embajador de Su Graciosa Majestad interesándose por el asunto y por la difusión pública que había alcanzado; posteriormente, una denuncia por revelación de secreto por la que fue citado a declarar un periodista de esta casa. Después se apartó del Juzgado.
Así fue como la diplomacia británica obtuvo lo que puede leerse como un éxito: el desgaje de todo lo que afectaba a Connery en una pieza separada que pasó a ser de más difícil acceso para los medios. Los motivos por lo que se separaba a los Connery de la pieza principal nunca se llegaron a entender.
Poco antes, el actor, tras desoir las repetidas citaciones del juez para comparecer en el Juzgado había declarado desde Bahamas. Rehusó cualquier responsabilidad y descargó todo en su mujer, Micheline, de 87 años, dos más que él. Connery fue apartado. La mujer sigue sin responder a los repetidos requerimientos que se le han hecho.
Ahora se ha conocido la sentencia. El tribunal no ha encontrado pruebas de soborno, lo que ha librado a Roca, pero sí de delito ambiental, por el que han condenado a Julián Muñoz y otros exediles. Los abogados de Connery tendrán que cumplir dos años y siete meses de prisión, pagar 63 millones de euros de multa y devolver otros 15 millones a la Hacienda Pública. No se sabe si Connery siquiera se habrá enterado.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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