La imagen de Marbella se propaga habitualmente sobre los municipios vecinos y no es inusual que bajo su sombra se ampare gran parte de la oferta turística de toda la zona. Hay hoteles y clubes de playa situados en el término municipal de Estepona que encuentran cobijo y estrategia comercial en la marca Marbella –y nadie se molesta por ello, ni en Marbella, ni en Estepona–, del mismo modo que urbanizaciones de lujo de Benahavís o promociones inmobiliarias de Ojén utilizan también con éxito el reclamo irreprochable del municipio vecino. Con lo que cuesta posicionar una marca en el mercado turístico e inmobiliario internacional, sobre todo cuando esa marca es ignorada por las instituciones públicas que deberían promoverla, no tendría sentido no valerse de ella sólo por una estrecha cuestión de lindes.
En los últimos años también Mijas se ha valido del paraguas de Marbella, pero en un sentido diferente. No para promover iniciativas económicas de éxito, sino para que sus propias vergüenzas quedaran ocultas bajo escándalos que brillaban con más fuerza. No por una cuestión de gravedad, sino por un mero motivo de penetración de marca.
Pero basta con observar las barbaridades urbanísticas que se asoman a la autopista para concluir que algo viene oliendo mal en Mijas desde hace tiempo. Y como no ha habido escándalos que avergonzaran al personal, tampoco parece que se hayan generado los anticuerpos morales necesarios.
Ahora se ha sabido que el portavoz del Partido Popular de Mijas, Ángel Nozal, acaba de ofrecerle a un concejal de Podemos participar en una moción de censura para recuperar la alcaldía a cambio de un trabajo. Si no se pliega, lo denunciarán por un supuesto cobro irregular de nóminas en el Ayuntamiento. Nada personal, sólo negocios.
Esta oferta, que es en realidad una amenaza, vuelve a demostrar que, en el mejor de los casos y abordando el tema con la mejor buena voluntad, indulgencia e ingenuidad, en el Partido Popular conviven dos almas: la de quienes se avergüenzan de todo lo que ha pasado desde Gürtel hasta aquí y la de quienes consideran que se puede seguir adelante sin cambiar nada, solamente dilatando el tamaño de las tragaderas de los ciudadanos.
Los antecedentes de Ángel Nozal y la propia catadura moral que su oferta revela no permiten albergar dudas de qué alma lo anima, del mismo modo que tampoco da lugar a expectativa alguna de que vaya a retirarse por propia voluntad. Pero quienes debían señalarle la puerta no lo han hecho. Quizás su proyecto político también consista, simplemente, en agrandar las tragaderas.