acontecimientos recientes han confirmado que la única manera posible de escuchar a un político diciendo lo que realmente piensa es mediante grabaciones clandestinas. En cualquier otra circunstancia es difícil oír algo que escape a las frases hechas, los argumentarios de gabinete de comunicación o conclusiones siempre emanadas de la tesis ‘nosotros los buenos, ellos los malos’.
Por eso resulta imposible esperar que algún día un responsable político se pare frente a un micrófono y reconozca que ha llegado a la conclusión de que el tren litoral es una obra que requiere una inversión millonaria que obligaría a renunciar a otras inversiones para realizar una apuesta decidida por la Costa del Sol y que ello supondría un coste político que ninguna administración y ningún partido está dispuesto a asumir.
Como de momento no hay micrófonos ocultos que registren una reflexión de ese tenor –posiblemente porque cuando creen que nadie los escucha, a lo que se dedican es a sus trapicheos o a sus cuitas internas– nos tenemos que conformar con aquello a lo que estamos acostumbrados.
Por eso, después de que se conociera que en los Presupuestos Generales de Estado para este año sólo aparecen 350.000 euros para este proyecto, nos hemos vuelto a encontrar con lo de siempre. Por un lado, quienes responsabilizan al adversario porque creen que la sociedad ya ha olvidado que cuando ellos estaban tampoco hicieron nada; por el otro, quienes aseguran que el tren sigue siendo una apuesta, aunque la apuesta se reduzca a una cantidad que apenas alcanzará para seguir eternamente con los estudios previos. Después de 17 años, ya sabemos que el tren hasta Marbella se parece a esos estudiantes crónicos que se resisten a abandonar la facultad aunque saben que nunca serán capaces de terminar la carrera.
Para saber qué piensan los responsables políticos del tren litoral, de su necesidad, de su importancia estratégica, no hay que atender a lo que dicen, sino a lo que han hecho y a lo que hacen. Y las obras no se parecen en nada a los dichos.
Frente a esa actitud cínica sólo cabe una respuesta por parte de quienes realmente creen que el tren de la Costa del Sol no es un capricho, ni una ocurrencia electoral pasada de moda, ni un lujo fuera de nuestras posibilidades, sino una necesidad estratégica de la zona económica más pujante de Andalucía.
Ante la estrategia de vencer al personal por aburrimiento, por desencanto o por resignación, no debe haber más respuesta que perseverar y pasar la factura cuando llegue el momento.