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Héctor Barbotta

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Techos de cristal

Esto no es una reflexión sobre asuntos deportivos, pero bien podría comenzar por una pregunta. ¿A quién se debe reconocer como la personalidad más destacada en toda la historia del tenis?

En el mundo de la economía, de la educación, del deporte y también de las relaciones familiares se han construido diferentes techos a los que llamamos de cristal pero que en realidad están hechos de materiales mucho más consistentes, porque habitan en rincones que muchas veces son muy difíciles de detectar.

Afectan a una gran mayoría de la población y hacen que no nos preguntemos por qué ha llegado antes un negro a la presidencia de Estados Unidos que un gitano al Congreso de los Diputados, que asumamos que aún con Trump un mexicano tiene más posibilidades de éxito en Estados Unidos que las que tiene un subsahariano en España o que consideremos natural llamar moros a los árabes que llegan en patera y árabes, a quienes lo hacen en jet privado.

Hay diferentes techos de cristal para diferentes segmentos de la población: están los que afectan a los muy jóvenes, a los muy mayores, a los muy gordos, a los extranjeros según su país de procedencia, a quienes sufren alguna discapacidad o a quienes tiene según qué orientación sexual o según qué identidad de género.

De todos los techos de cristal, los más graves, los más perjudiciales para el conjunto de la sociedad, son los que afectan a las mujeres. No porque sean más injustos que el resto, sino porque limitan las posibilidades de desarrollo de una mayor parte de la población. En concreto, de la mitad de la población.

De este problema, que a veces parece en vías de solución aunque en realidad estemos apenas en el inicio del camino, se habló la semana pasada en el foro ‘Mujeres más’, organizado por SUR y celebrado en la escuela de alta dirección hotelera Les Roches. Allí se escucharon, además de reflexiones, algunos ejemplos que indican qué tan al principio del camino estamos. Uno de ellos debería estremecernos: los resultados de la selección de personal cambian en favor de las mujeres cuando se recortan de los currículum los datos referentes al nombre y sexo del aspirante.

Con el debate de la igualdad instalado en la sociedad, cabe preguntarse dónde radican los techos de cristal.

Estas líneas, además de un artículo, pretendían ser un experimento. Ahora hay que volver a la pregunta del principio. No hay una respuesta correcta, depende de gustos y de criterios. Pero si el lector ha pensado en Nadal o en Federer y no ha caído en que quien más títulos ha cosechado en su carrera es Serena Williams, está cerca de descubrir por dónde deben comenzar a demolerse esos límites invisibles que nos atenazan.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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