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Héctor Barbotta

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Málaga y Marbella se contraprograman en FITUR

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Madrid, martes 22 de enero, ocho y media de la noche. Víspera de una nueva edición de Fitur marcada este año por la incertidumbre creada por la huelga, o cierre patronal, de taxis. En la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando el Ayuntamiento de Marbella celebra su gala de presentación en un marco impresionante que resulta desbordado por más de 250 invitados. Todo un éxito. A dos kilómetros de allí, en Platea Madrid, también en el centro de la capital, el Ayuntamiento de Málaga celebra el suyo. Otro éxito. Muchos de los asistentes han sido invitados a los dos eventos. Se ven obligados a elegir. Uno u otro.

Madrid, miércoles 23 de enero. Ocho de la tarde. Turismo y Planificación Costa del Sol realiza su acto en el Palacio Duques de Pastrana, en el Paseo de La Habana. Más de 200 invitados asisten para ver una presentación audiovisual sobre la variada oferta turística de la provincia. Hay imágenes de Málaga, del Caminito del Rey y de la oferta del interior, pero la mayor parte de los planos ofrecen planos de Marbella, de sus playas, de su casco antiguo, de sus hoteles, de Puerto Banús. No asiste ningún representante del Ayuntamiento de Marbella.

 Fitur es una feria de cinco días, dirigida al mercado español, en la que la mayor parte de la actividad institucional se concentra en los dos primeros. Posiblemente sea inevitable que haya coincidencia en las presentaciones. Los días son pocos y las actividades, muchas. Es posible que aunque existiera algún tipo de coordinación y voluntad de no pisarse mutuamente, incluso de colaborar, no sería posible encontrar fechas alternativas y la coincidencia de fechas resultaría inevitable. Sin embargo, la situación no es esa. La coincidencia parece más bien consecuencia de que ambas ciudades prefieren ignorarse mutuamente.

Hace tiempo, los empresarios de Marbella aglutinados en el Centro de Iniciativas Turísticas y respaldados por la CEM y por la CEA acuñaron la idea de promover el eje Málaga-Marbella con la convicción de que la acción coordinada de las dos principales ciudades de la provincia sería beneficiosa no solamente para el turismo y no solamente para ellas, sino para el conjunto de la provincia y de toda su actividad económica. Sin embargo, esa iniciativa parece haber quedado reducida a la reivindicación del tren, con los resultados conocidos. Ni siquiera en el reclamo de esa infraestructura las ciudades han mostrado la menor intención de coordinarse.

En el mundo del turismo también marchan cada una por su lado, y más allá de la labor que realiza Turismo y Planificación Costa del Sol, desde hace un tiempo con nuevo nombre, las dos ciudades parece preferir actuar como si la otra no existiera en lugar de aprovechar la oportunidad que supone ser emblemas -una con una tradición de casi medio siglo, la otra gracias a la meritoria metamorfosis protagonizada durante la última década- de dos ofertas con tan escasos puntos en común que las convierten en extraordinariamente complementarias.

La presencia de Marbella en Fitur ha superado este año a la del ejercicio anterior gracias a un saludable ejercicio de audacia. La gala celebrada en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando optó por un espectáculo innovador y sorprendente en el que se representaron las cuatro estaciones y con el que se pretendió transmitir la condición de destino turístico para todo el año. La audacia del montaje también parecía pretender desterrar la imagen de una Marbella casposa y setentera que solamente cultivan quienes buscan sus únicas referencias de la ciudad en los programas de la televisión basura. Sólo se echó en falta que se recurriera a alguna presentación audiovisual para que la actividad resultase completa y más efectiva.

El formato con el que Marbella se volvió a presentar este año en Fitur es el que se inauguró en la edición de 2016, la primera después de que el gobierno tripartito asumiera el poder municipal y decidiera que la ciudad volviera a tener presencia propia y destacada en la feria: una gala en la víspera de la inauguración y un expositor propio.

La experiencia acumulada a lo largo de esas cuatro ediciones ha permitido corregir errores y mejorar sustancialmente algunos aspectos, desde el formato de la gala hasta el diseño del expositor, situado desde entonces y hasta ahora en un pasillo lateral junto al pabellón de Andalucía.

El concepto, sin embargo, sigue siendo el mismo, al igual que el lema ‘Marbella, destino cinco estrellas’, inaugurado en aquella edición de 2016 que ya parece tan lejana. Que exista continuidad en el área estratégica del turismo, aún en cuestiones que, como ese eslogan, no convencían del todo al nuevo equipo, es sin duda una buena noticia. Seguir con la labor del otro aunque haya cambio de gobierno demuestra una madurez institucional que muchas veces se reclama sin éxito. Cuando haya que cambiar que sea porque se ha dado con una fórmula mejor y no porque esta fórmula la puso en marcha el adversario.

Hay, en ese sentido, algunas cuestiones que sería oportuno que fueran revisadas, y una de ellas es el público al que se dirigen las actividades que se montan en Fitur.

No es, desde luego, una situación que afecte solamente a Marbella. Basta con recorrer los diferentes pabellones de la feria para comprobar las notables diferencias entre los montajes de los gobiernos regionales y los municipales por un lado y los de empresas, nacionales o extranjeras, y de los países que llegan a Fitur buscando un hueco en el mercado turístico español, por el otro. Mientras en estos últimos abundan las mesas de trabajo, en los primeros se ven sobre todo políticos y periodistas. Ya se ha contado en numerosas ocasiones. El cuadro más repetido es el de alcaldes de los lugares más diversos ofreciendo una rueda de prensa en la que explican los atractivos turísticos de su pueblo a un auditorio compuesto únicamente por el corresponsal de la televisión municipal de su ayuntamiento desplazado hasta Madrid.

No caer en la dinámica de una feria que en muchas ocasiones parece montada más para consumo interno que otra cosa debe ser indudablemente difícil. Basta con acercarse a cualquiera de las actividades promocionales que se organizan para comprobar que a la mayor parte de los asistentes uno se la podría encontrar en cualquier evento social que se desarrolle en Marbella y en la Costa del Sol.

De ahí la necesidad de aguzar el ingenio de cara a futuras ediciones para intentar romper ese círculo endogámico y aprovechar aún mejor la oportunidad que ofrecen la feria y los recursos que allí se invierten. Fitur es una cita en la que todo el mundo compite por una espacio, aunque sea mínimo, de repercusión. Ahí están todos los destinos turísticos e incluso algunos que aspiran a serlo y aún no lo hay conseguido. Trascender y sobresalir supone una tarea harto difícil. Sólo unos pocos pueden aspirar a hacerlo y Marbella está entre ellos.

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Sobre el autor

Licenciado en Periodismo por la UMA Máster en Comunicación Política y Empresarial Delegado de SUR en Marbella


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