Estudiosos del momento social y cultural de la provincia de Málaga hacen hincapié en que la comprensión lectora está en mínimos. No es el libro objeto del deseo. Sobre todos por parte de aquellos que en la primavera de la vida deberían mostrar sus apetencias por la palabra escrita y recogida en un volumen. Pasan olímpicamente de librerías y bibliotecas, cada vez menos visitadas. Se compra anualmente el best-seller que toca o quizás la novela laureada con un premio de prestigio y poco más.
Cada vez se lee menos. Es algo que estudiosos del comportamiento humano y los docentes de no importa que materia afirman con rotundidad. El hábito de la lectura está en mínimos.
Hay un primer estadio en la población discente – la de los estudios primarios – en que la lectura posee gran relevancia, en parte porque es la edad en que se hacen los primeros descubrimientos del mundo que nos rodea y la curiosidad aguijonea. Pero luego, y esto es sintomático, con los años de la enseñanza secundaria la lectura se relega alarmantemente.
Otros atractivos cobran inusitada importancia. Internet colmata cualquier atisbo de curiosidad y los amigos y las aficiones deportivas hacen el resto. Algo encomiable si no se cayera en el error de olvidar todo lo demás que puede redundar en equilibrar las parcelas del mundo virtual y el real. Copy and paste. Copiar y pegar parece ser el desiderátum de adolescentes y jóvenes, que inclinan la cerviz ante el ordenador, el dios implacable de los nuevos tiempos.
“Por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública, puede medirse la cultura de un pueblo”. Una frase lapidaria de John Ernest Steinbeck, que no habría que echar en saco roto.
Somos los padres los que podemos enmendarles la plana a los mozalbetes. Sobre todo si nos ven leer en el hogar, si observan que compramos libros y alabamos o comentamos sus contenidos. “De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”. Este era el parecer de Jorge Luis Borges sobre los libros. Lastima que casi nadie le haga caso o que echemos la apreciación el en el saco del olvido con harta frecuencia.