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José Becerra

La provincia a vuelapluma

Málaga ruidosa

 

 Se dice con mucha razón que somos los españoles ruidosos en grado sumo. Es un comportamiento atávico que nos lastra desde tiempo inmemorial. Nos gusta armar jaleo, para qué ocultarlo, nos encontramos en nuestra propia salsa cuando a nuestro alrededor todo es batahola.

   Algarabía en los partidos de fútbol, quintaesencia del furor del español sentado; algazara en las calles; estrépito en los bares o en cualquier otro lugar de encuentro o reunión públicas; escándalos nocturnos, acrecentados por las motos a toda pastilla sin

tino ni miramientos. Y el charloteo de los fumadores obligados abandonar el bar o el restaurante para preservar de los humos al resto de los consumidores.

    Música a todo volumen en fiestas, saraos y establecimientos de diversión en los que  importa un ardite torturar el cerebro de la vecindad atentando con el derecho a su privacidad y a la salud que síquica y físicamente se resquebraja por lo reiterado de estos actos incívicos y vandálicos.

   Llegó una inesperada  crisis que se extiende propiciando un revés considerable a las  economías domésticas, ahogadas por hipotecas y sin muchas posibilidades para llenar el carrito de la compra cada semana; pero aquí, en Málaga,  no parece que ocurra nada.

   Haciendo honor quizá a la proverbial   pachorra de los andaluces que tantas veces palpa  la inconsecuencia, alentada por quienes debería prevenirnos por la proximidad de los negros  nubarrones que presagian la tormenta,  gastamos como siempre, viajamos y llenamos los bares sin el menor comedimiento. Y, para no desmentir a los que nos juzgan allende fronteras desde el siglo XVIII – viajeros británicos en Málaga – hasta nuestros días los hacemos vociferamos como pocos pueblos en el ancho mundo. El ruido imperante, para los que amamos el” silente murmullo que embelesa” nos agobia y aniquila.

   El Defensor del Ciudadano, otrora sindicalista de pro, Francisco Gutiérrez, apunta que el ruido, que, y esto lo decimos nosotros, siempre es destemplado y procaz, es una de las principales quejas que llegan a su mesa. “ En mi casa no tenemos pan, pero nos reímos fuerte y mucho”, afirma un dicho dela Serraníade Ronda.  O sea, que estamos acostumbrados a cerebrar con buena cara y de manera estentórea los malos tiempos. ¿Mejor así?

 

 

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Sobre el autor

Nacido en Benaoján, 1941. Licenciado en Lengua y Literatura Española por la UNED. Autor de varios libros. Corresponsal de SUR en la comarca de Ronda durante muchos años.


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