El codiciado aceite rondeño
Lo dicen y aconsejan los expertos en nutrición y los defensores a ultranza de la dieta mediterránea: el mejor desayuno una tostada con aceite de oliva, a ser posible virgen extra, con un ajo restregado por su superficie. Sus propiedades dietéticas son innumerables.
Rico en ácido oleico, contribuye a la regulación de la glucosa en la sangre, disminuye la tensión arterial, regulariza el funcionamiento del aparato circulatorio, entre otras virtudes que no tienen precio. Y además de sabor exquisito, alabado por los sibaritas del buen yantar como una manera sanísima de empezar el día.
Recuerdo de los años ya lejanos de mi infancia, cuando ni por asomo se conocían los donuts o los phosquitos, para nuestro bien y crecimiento saludable, un refrán que repetía mi abuela cada vez que ponía en mi mano el desayuno de cada día: “ Al pan caliente, abrirle un hoyito y echarle aceite.” Seguí su consejo, y cuando ya peino canas, continúan siendo el primer alimento con el que me premio cada mañana.
El olivo, que nos lo trajeron de oriente los fenicios, se aclimató perfectamente en las cálidas tierras del estado de Tartessos, ubicado en las inmediaciones de Huelva o Cádiz durante los siglos VIII al VI antes de nuestra era.
Durante la época del dominio cartaginés, tres ramas de los pueblos íberos se asentaron en las tierras de la que sería la provincia de Málaga: turdetanos, bastetanos y los mastienos, los cuales impulsaron el cultivo del olivo, los cereales y la vid (restos de estas culturas han sido descubiertos en Ronda).
El olivo y el aceite rondeño vienen, pues, de antiguo y el ´oro verde´ de la comarca siempre fue objeto de deseo por su calidad y excelente sabor afrutado. Por algo se considera como uno de los veinte mejores del mundo.
Foto/Cocina y comidasana