Trampa, más que artimaña o ardid, es sinónimo en las tierras del sur más al sur (Ronda y su comarca, por ejemplo), de deuda. Entrampado es el que se endeuda al adquirir aquello  que le costará sudor y lágrimas pagar, si es que puede llegar a hacerlo.

   Mariano Rajoy dijo días atrás en una entrevista radiofónica algo así como que” hemos vivido en los últimos años por encima de nuestras posibilidades”. Al hoy presidente del Gobierno le asistía toda la razón del mundo.

  Se ha vivido así en España porque la gente le perdió el respeto al dinero, o lo que lo mismo, en la medida en que se podía conseguir fácilmente porque los bancos nos lo prestaban sin apenas cortapisas y en abundancia, ahora vemos con qué irresponsabilidad, nadie ponía tasa en conseguirlo para adquirir bienes, ya una casa, ya un coche, ya un yate que también, seguros de que podríamos pagarlo y también de rentabilizarlos.

    El que no haya especulado con sus posesiones que tire la primera piedra. Veíamos cómo el alza de los precios crecía sin parar y, comprar una vivienda, suponía, además de una necesidad y un derecho amparado por la ley, un seguro de acrecentar nuestros ahorros, la mejor manera de atesorar ganancias en poco tiempo. “Compré el piso hace un año por catorce millones, y los mismos lo están haciendo enfrente ya por cuarenta millones”, decíamos ufanos y orgullosos de nuestra sagacidad y buen tino.

   Se pensaba que el crecimiento de los precios de las viviendas era imparable y no nos resistimos a la atracción que el ladrillo ejercía sobre nuestras – ahora nos percatamos de ello – obnubiladas seseras.