Estaban en camino de conseguirla plenamente después de que  ambos pueblos se desgajaran del Ayuntamiento matriz de Ronda casi al mismo tiempo. Pusieron esfuerzos e ilusión en que se les consideraran Entidades Locales Autónomas.

 Inauguraron nuevos tiempos para la población de los dos enclaves que hoy cuentan, sin apenas diferencias, con los  mismos habitantes de pueblos vecinos como Júzcar, Igualeja, Jimera de Líbar o Jubrique.

  Puede que la extensión territorial del término sea menor pero eso no debe prejuzgar la decisión del Gobierno de tacharlos de un plumazo merced a la discutida Ley de Racionalización y Sostenibilidad cuando ya se han creado lazos de pertenencia de los individuos a un espacio o grupos sociales con la significación emocional y valorativa que ello comporta.

  Los alcaldes de los dos pueblos en cuestión; Juan Antonio González y Francisco López,  lo tienen claro. No desean que estos pueblos  vuelvan a depender de Ronda porque eso supondría una pérdida de logros conseguidos y un discurrir por vías de acatamiento a otra entidad municipal superior  que volverían a considerarlos como calles o anexos sin posibilidad de decisión alguna.

   Las dos entidades locales, alias ELAs, ofrecen a la vecindad los suficientes servicios como para que no tengan que deslazarse cuando la necesidad apriete,  desde consultorios médicos hasta bibliotecas pasando por instalaciones deportivas y supermercados.

   Decía Aristóteles, que muchas razones dio a este respecto,  que el gobierno por antonomasia era el de la polis; o sea, en nuestros tiempos el  de pequeñas poblaciones. Decía el filósofo tan identificado con la civilización griega: “La comunidad perfecta es la polis…, surgió para satisfacer las necesidades vitales del hombre, pero su finalidad es permitirle vivir bien…”.Ahora se aboga injustamente por borrarlas para que no quede  ni rastro. Absurdamente, pensamos.