
El presidente Rajoy fue pillado infraganti fumándose un veguero enla Gran Manzana, concretamente en una de sus más concurridas avenidas. Eso no es necesariamente malo – aparte de lo pernicioso que pueda resultar para su salud – , pero el gesto en una de las más populosas vías de Nueya York, ciudad a la que fue para bien vender la marca España en el exterior, no ha sido bien acogido en la opinión ciudadana ya que las redes sociales echaban chispa.
Fumar puros de prestigiosa vitola, no digamos si se trata de bien elaborados cohibas, solo son un reducido grupo de personas las que se lo permiten. Por lo general, es gente pudiente, satisfecha, sin preocupaciones importantes que enturbien su buen pasar diario.
Por otro lado, acabamos de ver cómo el expresidente Zapatero estrenaba un casaplón imponente a dos pasos del Congreso, por lo visto no satisfecho con el costoso chalet de León y otros pisos en Madrid.
Ambos dignatarios, el anterior y el nuevo, tienen perfecto derecho a far cumplida cuenta de sus deseos y apetencias, faltaría más. Solo que no son pocos a los que estos lujos le rechinan. Hay millones de personas que las ven y desean para llevarse algo a la boca cada día, y no precisamente un puro, y los hay que se ven en la calle desahuciados por el banco de turno sin un rincón donde guarecerse.
A lo peor estas imágenes, con ser perfectamente lícitas, como que no cuadran con los postulados sociales que uno y otrora mandatarios propugnan o hicieron suyo.