Puede que no sea una desbandada en toda regla de gente con maleta de cartón o loneta y tortilla envuelta en papel de periódico. Era lo que ocurría en los procelosos años 60 y 70 del pasado siglo.
Andaluces que llenaban la estación barcelonesa de Francia – algunos para quedarse en la ciudad condal – de paso hacía las fronteras de Alemania o Suiza. Un río humano que huía de la famélica y hundida España con ánimo de prosperar en otras latitudes. Ahora los viajeros arrastran Trolleys y hasta puede que cenen en el vagón restaurante del tren, augurando tiempos mejores. Huyen, empero, de una España renqueante que les niega el trabajo, que truncó sus vidas, que cercenó sueños de un futuro risueño tras luengos años de preparación y estudios.
Ronda el millón las personas que han abandonado España entre enero del 2011 y el mes de octubre de este año, que ya vislumbra su final. Es un dato frío y aséptico del Instituto Nacional de Estadísticas (INI) que acaba de romper una tendencia consolida desde décadas atrás. Por primera vez, en lo que va de año los que salen superan los que entran: la motivación, imposibilidad de trabajar y ansias de lograr un sueldo en otros lugres.
Salieron del país una cifra que ronda el medio millón de personas (más de 50.000 españoles),y llegaron poco más de 280.000). Conclusión: se resiente la demografía y perdemos gente preparada con el esfuerzo de todos (es masiva la huida de arquitectos), que si vuelve nos beneficiará pero si no lo hace se habrá perdido un capital humano preparado que seguramente nos hará profunda mella en un futuro no muy lejano.
Foto. Emigrantes españoles. /canales. diariosur.es)