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José Becerra

La provincia a vuelapluma

Los bollos de leche de Harillo en Ronda

 

 

Foto, La Bola, una calle que ya no es la misma con la ausencia de la

confitería Harillo.
LOS BOLLOS DE LECHE DE RONDA

 

Marcel Proust, que junto con Franz Kafka y James Joyce, forma la trilogía de nombres imprescindibles de la literatura del siglo XIX, en su obra “En busca del tiempo perdido” asociaba recuerdos de niñez en Combray, con los desayunos que le ofrecía su tía Leoncia, en los que no podían faltar las magdalenas: “ …esos bollos, cortos y abultados,que llaman magdalenas, que parece que tienen por molde una valva de concha de peregrino…”. El escritor francés siempre añoró tiempos felices pasados con el sabor de este pequeño bizcocho. Muchos, entre los que me cuento, evocamos momentos vividos en los años anteriores a la pubertad relacionados con algún tipo de golosina o delicia de confitería, los cuales nos retrotraen a tiempos irremediablemente finiquitados.

 

Para esta búsqueda del tiempo que se nos fue de las manos a mí me sirven los bollos de leche que elaboraba la confitería Harillo, cuyo fundador, Ángel, podía presumir de que por sus venas corría sangre torera, nada menos que la de los Ordóñez. Ubicada en un principio en una de las esquinas que desembocaban en la popular calle La Bola y luego instalada definitivamente hasta el momento del cierre, producido años atrás, en esa misma arteria de Ronda, su escaparate era una continua atracción para los viandantes golosos. Tengo para mí que no soy solo quien asocia los bollos de leche de Harillo con otras singladuras que la vida nos depara en su transcurso inexorable.

 

A la ciudad del Tajo iban, van, los habitantes de los pueblos del entorno-la Serranía mítica e indómita- en pos de lo necesario y para solventar las carencias propias que el interior les negaba.Se buscaban en sus múltiples tiendas el pantalón nuevo y la camisa blanca para la fiesta del Patrón, el traje para la primera comunión, los aditamentos para la matanza del cerdo anual y casera,lanas para tricotar, los zapatos”gorila”para el cole, cartuchos de escopetas para la caza…, entre un sinfín de artículos que resultaría tedioso enumerar. Se visitaban a los médicos, al notario y a la oficina de la propiedad. Pero fuese lo que fuese, antes de emprender el regreso – en bestia de carga, tren o autobús- se imponía pasar por la confitería Harillo y mercar cuando menos media docena de bollos de leche, que como recién salidos del horno se mostraban al tacto tiernos y a la vista hinchados, esponjosos,brillantes la pátina quemada de su cobertura.

 

El papel de la envoltura -amarillo con grandes letras azuladas – formaba parte del conjunto que había de gravitar en el recuerdo para añorar el tiempo escapado para siempre.
Categoría: Superior

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Sobre el autor

Nacido en Benaoján, 1941. Licenciado en Lengua y Literatura Española por la UNED. Autor de varios libros. Corresponsal de SUR en la comarca de Ronda durante muchos años.


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