En plena calle de Larios, rutilante escaparte de Málaga , se han instalados con todos los honores las cabras, a impulsos del diario SUR. La “Capra aegagrus hircus”, según bautizaron los doctos latinos, pasó de los montes al establo allá por el VIII milenio a. C, que ya ha llovido. Desde entonces permanecieron en el redil, quizá porque se habituaron al pienso fácilmente obtenido y sin necesidad de los saltos y cabriolas en lo más arisco de las alturas para conseguir el condumio de cada día. Por muy vistosas que fuesen sus piruetas sin más testigo que la vastedad de la sierra desierta. Consiguieron una vida tranquila y sin sobresaltos ocasionados por otros feroces ocupantes del páramo empeñados en usurpar su terreno, a cambio, eso sí, de su carne y de su leche para los cuidadores. Sin embargo, y para hacer verdadero el dicho, pese a estar enclaustrada “siempre tira al monte”, y que es no puede pedirse todo a este simpático rumiante.
La cabra que abunda en la Serranía de Ronda (algunas de sus congéneres me suministraron el néctar de sus abultadas ubres para subsistir cuando contaba con muy pocos años de vida), pertenece a la raza caprina española, sí, pero la que anda por estos andurriales responde, que puede ser con un berrido característico, al ´gentilicio´popular de Villaluenga del Rosario y Montejaque(municipios éstos que responden de la cuna de la raza): payoya o montejaqueña, respectivamente.
Desde temprana edad me acostumbré a ver pasar por las calles de Benaoján los rebaños de cabras camino de los pastos, dirigidos por el macho que tomaba el nombre altisonante de cabrón, macho cabrío, o simplemente, cabro: todo un espectáculos para los ojos siempre asombrados de la infancia ante hechos que se le mostraban como insólitos.
El culto a la cabra ha perdurado hasta nuestros días. Y no son pocos los jubilados, de vuelta ya de penosos trabajos como campesinos que se ocupan del mantenimiento de unos de estos dóciles animales, los cuales a la vez le recompensan con su leche; con frecuencia con los calostros, cuando crían, y que sirven para componer se uno de los postres más exquisitos que se nos puedan ofrecer: con pan rayado y canela,manjar de dioses.
Por estas razones no podía ser más satisfactoria para mí que la exposición “¡Oh,mi goat!” que se exhibe en la principar arteria de Málaga, organizada, entre otras firmas, por la Asociación de Criadores de Cabras de la provincia. A ellos, mi agradecimiento por retrotraer mi mente a un tiempo pasado y a escenas del terruño en las que las cabras eran protagonistas, al aire libre, brincando de peña en peña, en manadas, o en apriscos. Por muy momificadas que en la muestraparezcan.