La interpelación parece que ha sido la formulada por Unicaja para poner a continuación tierra de por medio y dejar en la estacada a más de una decena de pueblos de los valles del Guadiario y el Genal, que hasta el presente se habían beneficiado de su proximidad. Una “espantá” en toda regla que ha dejado a varios miles de lugareños en la tesitura de no saber donde deposiutrar sus escasos ahorros.
También tendrán que ingeniárselas para cobrar sus prestaciones sociales o atender los lagos requeridos por la hacienda local o provincial. Los bancos, que huyen de las bolsas de pobreza que por mor de la crisis imperante se han adueñado de buena parte del territorio serrano, tan marginafos siempre y sempiternamente olvidados por las administraciones públicas. Llueve, pues, sobre mojado.
Hubo un tiempo que este entidad financiera, antes respondiendo al nombre de Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Ronda, bajo el pulso firme de Juan de la Rosa, se expandió por todos los pueblos de la provincias, y naturalmente por los de la Serranía de Ronda, a los cuales pillaba más a mano. Estrenaron edificios, casi siempre en la calle principal del pueblo, los cuales con modernas trazas y vistosas fachadas, llenaron de orgullo a las vecindad.”¡ Ya tenemos banco!”, fue una exclamación generalizada de quienes ya podían gestionar sus asuntos monetarios sin tener que trasladarse a Ronda para este menester.
Algo que ahora, casi medio siglo después, con todos los adelantos técnicos, “que avanzan una barbaridad”,como me dijo como puya hiriente uno de los vecinos afectados por la medida, se ha tenido que volver a prácticas que se creían del todo periclitadas. El banco de toda la vida les dio con las puertas en las narices.
Fueron los años 60 y 70 del pasado siglo los del pleno apogeo del hoy ya banco que nos ocupa y contra el que se levantan las críticas más acerbas. Entonces, merced a las divisas que enviaban los emigrados a países centroeuropeos, a lo que se unió enseguida el regreso de los que regresaban por jubilación o por que consideraban que ya disponían del suficiente remanente para levantar una nueva casa o agenciarse algún terrenillo que alimentó sus sueños durante lustros, la Caja de Ronda afincada en los pueblos vivió su época dorada: “Le llegaba el dinero a espuertas”, admiten los vecinos que ahora padecen los efectos de su abandono y que no ocultan un deje de resentimiento por el desplante.
Y es que Unicaja, en los pueblos de escasa identidad por su población, situación que creció en los últimos años a remolque de los tiempos económicamente adversos, no acató, por su conveniencia,el dicho de la sabiduría popular serrana: “ Hay que estar paras las verdes y para las maduras”.
Foto:; Charrytv
Con categoría