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José Becerra

La provincia a vuelapluma

Quimeras en el Gurugú

Foto: Diario Sur. Melilla y las vallas

Los millares de subsaharianos que aguardan su turno para dar el salto a la Europa de la opulencia y el bon vivant, mientras calientan en las brasas que proporciona la vegetación seca del monte la pobrísima sopa de cada de cada día o dan cuenta del miserable bocata de dudosa salubridad, miran anhelantes y esperanzados las techumbres y la agitación de las calles de la ciudad de Melilla, portal de la tierra de promisión a la que esperan llegar para empezar a desterrar la desesperación de sus muchos desventuras.

El monte Gurugú se eleva señero con sus casi 900 metros de altitud sobre el cabo de Tres Forcas, allí donde Marruecos siluetea su costa norte, la misma que embebe las playas de Melilla, la ciudad autónoma que en días pasados abrieron los telediarios de medio mundo dando cuenta  de  los 15 inmigrantes que en sus inmediaciones encontraron la muerte en pos de una azarosa aventura con un  final feliz imposible.

   En el Gurugú permanecen para la posteridad las ruinas de dos fuertes españoles, reliquias de los enfrentamientos entre los ejércitos españoles y las mesnadas del rifeño Abd el – Krim que los mantuvieron en jaque en los prolegómenos del pasado siglo. Una epopeya que ocupa relevantes páginas de nuestra historia reciente.

   Desde las laderas de la alta prominencia los subsaharianos, insensibles a las llamativas vistas de Melilla que se extienden a sus pies, no tienen ojos sino para las empalizadas y la maraña de alambradas que le impiden el paso. Miran y sueñan. Más allá de las temibles concertinas capaces de flagelar su piel si se efectúa el salto en tromba, está el mundo confortable que les hizo abandonar su pueblo y su tribu. Y quiméricas pretensiones les animan a soportar las penalidades del acecho.

  Saben que en la rutilante Europa, a dos pasos, bulle una vida placentera: gente bien vestida y no con harapos como ellos, lujosos coches, ríos frescos y playas soleadas, bellas mujeres, niños que tienen escuela  y una muchedumbre que hasta come tres veces al día. Y se hacen muchas preguntas, sobre todas la que sin respuesta trata de ahondar en la causa de que a un lado y otra de la valla – unos pocos metros = se enfrenten situaciones tan diferentes entre sí: a un lado el esplendor; al otro,  la desgracia. 

 Y sueñan despiertos en un nuevo mundo. Un mundo para el que no habrá barreras infranqueables, porque no habrá vallas  que les detenga – Europa debería ser consciente de ello, antes de que la ola orille, imparable,  en todas y cada una de sus fronteras=, porque sin saberlo,  cada uno de los subsaharianos que esperan en el Gurugú hacen suya la sentencia de aquel torero célebre de Ronda (Pedro Romero), refiriéndose  al morlaco de turno: “Más cornás da el hambre”.

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Sobre el autor

Nacido en Benaoján, 1941. Licenciado en Lengua y Literatura Española por la UNED. Autor de varios libros. Corresponsal de SUR en la comarca de Ronda durante muchos años.


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