José Manuel Dorado, fundador de `La Serrania´
Ronda, alta y señorial, no se concibe sin algunos de los aspectos que fueron labrando su trayectoria histórica, social, política y económica. Sin sus palacetes linajudos, conventos recatados, vetustas iglesias y edificios solariegos no sería Ronda, si no otra ciudad ilustre de las muchas que se levantan en el viejo solar de la Andalucía antigua y moderna, pero no Ronda.
Tampoco sería la Ciudad del Tajo, ni la del Puente Nuevo, ni la de la Puerta de Almocábar, ni la de los Baños Árabes si algunos de estos monumentos le faltaran o no se hubiese recogidos por panegiristas ilustres y avezados relatores de tanta belleza encerrada entre sus murallas o en el largo recorrido de calles y avenidas históricas.
Y por supuesto sería otra sin el Templete de la Virgen de los Dolores, la Posada de las Ánimas, la Fuente de los Ocho Caños o el Palacio del Rey Moro y la Mina…, por no mencionar sino de pasada todo aquello que la impregna y da sentido a su genuina apariencia. De toda esta riqueza monumental y entrañable la editorial La Serranía se hizo eco facilitando la publicación de obras cuyo contenido respondía a ese ideario variopinto y fructífero en sus resultados de dar a conocer a los cuatro vientos cuanto de magnificente se encerraba en la Ciudad Soñada del poeta Rainer María Rilque, inmortalizada expresión que de tan de manera cierta evoca sus encantos imperecederos.
Otro tanto se podría decir de las verdades y leyendas que se tejieron en torno a sus caminos transitados por avezados contrabandistas y bandoleros célebres, y que hoy componen el caudal mundialmente reconocido que alimenta el conjuro de la Ronda romántica. De todo ello se hizo puntualmente eco la editorial La Serranía dando cabida a los manuscritos de una pléyade de autores oriundos de la Serranía o avecindados en ella, que recalaron en la realidad cambiante e insólita de la ciudad y su entorno.
Historiografía, pues, y personajes célebres, gastronomía, costumbres, arte, tradiciones y, sobre todo la descripción de paisajes, senderos, vericuetos y caminos laberínticos e imposibles fueron perfilando el catálogo de una editorial, paradigma de empresa familiar, que trató con la mano de sus autores, de ahondar- y lo logró con creces – en el meollo dela Rondaeterna impasible al paso de los siglos en estos aspectos, pero cambiante en cuanto lo imponía el desarrollo vivido en los últimos tiempos sin anclajes en el pasado.
Desconozco los motivos que han llevado a José Manuel e Isabel, fundadores años ha de la editorial, a hacer un alto en el camino de la edición. Desea uno pensar que la maquinaría de La Serranía sólo se ha detenido momentáneamente, que no se enmohecerá, y que más pronto que tarde los editores vuelvan a trabajar juntos – como venían haciéndolo desde décadas atrás – o coja el timón uno de ellos y haciéndose cargo de todo el proceso de producción se continúe la preparación, corrección de originales, diseño, técnicas de impresión y encuadernación, amén de la presentación y distribución de libros a escala nacional, mano sobre mano, que tanto monta, monta tanto… Una labor ímproba que puso a prueba talento y plena dedicación en tamaña empresa.
Ronda no puede permitirse el lujo de que pierda fuelle una editorial que alcanzó tan altos vuelos y que fue paradigma en el ámbito de la letra impresa en Andalucía y el resto del territorio español, y además por sus propios medios y esfuerzos. Se caracterizó por el buen hacer y sin ayudas de las administraciones públicas, algo que aumenta si cabe su mérito.
Si el freno, que repito, espero que sea circunstancial, es producto de las adversas condiciones económicas en las que nos movemos, las instituciones rondeñas harían muy bien en arrimar el hombre para que La Serranía continuase su labor con el mismo ímpetu que la animó siempre en su ya larga y fecunda trayectoria, que tanto redundó en beneficio de Ronda y su comarca.
Decía más arriba que existen razones en Ronda para diferenciarse de cualesquiera otras de las ciudades andaluzas. Si careciera de alguno de los aspectos que la hacen única habría que hablar de otro espacio distinto. La Serranía, como editorial pujante, forma parte ya de esa tablazón que labró la peculiaridad de la ciudad del Tajo y la catapultó al resto de España y me atrevería a decir que a medio mundo.
En otras palabras, sin La Serranía y su colaboración a dar a conocer lo más genuino de la ciudad y su zona de influencia, la ciudad rondeña perdería una de sus señas de identidad más conspicuas. Es imprescindible y urge el esfuerzo de todos, incluidas las enconadas posturas de las partes de la que hasta ahora ha sido una empresa familiar hoy lamentablemente abocada a la ruptura, que deberían llevar a recobrar el denuedo del que siempre hizo gala: redundó hasta el presente en el prestigio de la ciudad, de su gente y de las rutas añosas que las circundan. Algo de lo que todos deberíamos estar agradecidos. Este impasse de la editorial perjudica a Ronda y a todos los pueblos de su área de influencia.
El Rey premia la labor de José Manuel Dorado