Vacuna esfumada
Las vacunas de bebés y de los que ya no lo son tanto traen a padres y abuelos – entre los que me cuento – desorientados y a mal traer. Si ya resulta problemático el que sus retoños de poca edad puedan acceder a inoculaciones contra enfermedades que suelen distorsionar sus vidas y ven cómo se esquilman sus bolsillos a la hora de adquirirlas – caso del Rotarix y el Prevenar-, cuyos precios conjuntados pueden ascender a una cantidad que puede rondar los mil euros, que no es moco de pavo dado la situación económica que padecemos
Pero por lo menos, y ahogando nuestro gozo en un pozo, se puede disponer de ellas en farmacias u hospitales. Algo que no ocurre en el caso de la vacuna de la varicela: es imposible conseguirla en España, no solo por su carestía sino porque ha desaparecido de los anaqueles de las boticas como por ensalmo.
La Asociación Española de Pediatría, amén de otras entidades científicas, ha puesto el grito en el cielo. No comporten el dislate de que el Ministerio de Sanidad haya prohibido la venta de esta vacuna en las farmacias cuando dan por seguro que es necesaria y así recomiendan a los padres que inoculen a su prole a partir de los doce meses de vida.
Hasta ahora podían hacerlo, pero no a partir de esta drástica disposición ministerial que acaba de tomar cuerpo por la cual tendrán que esperar a que el impúber cumpla los doce años. Eso, o trasladarse el extranjero para su adquisición, que Andorra y Gibraltar ya conoce este deambular de padres por sus territorios cuando, por casos parecidos las autoridades sanitarias les ponen en un brete.
La varicela, como apuntan expertos en enfermedades infantiles, puede provocar complicaciones infecciosas que, en el peor de los casos pueden culminar en un desenlace grave, aunque se recalca que en la mayoría de ellos se desarrolla sin problemas serios. Pero a ver cómo se convencen a los padres de que sus chavales pueden salir indemnes de este estado mórbido.
Cuesta trabajo convencer a quienes disponen en Salud que el dinero invertido en vacunas al final resulta es rentable: beneficia a la población y produce menor esquilmo en las arcas públicas. Pero a ver, quién le pone puertas al campo en el ordeno y mando de nuestros dirigentes políticos, aún cuando los progenitores están dispuestos a escarbar en sus bolsillos ante situaciones parecidas. La marca España, que no deja de asombrarnos más para mal que para bien.