Ataraxia
Para los que remontamos con creces los 70 años y podemos permitírnoslo, que somos los menos porque tenemos que arrimar el hombro para ayudar a nuestros descendientes, ya sea con ayuda económica, ya sirviéndole como canguros de sus vástagos, pienso que es hora de que rompamos amarras con todo lo que significa preocupaciones sobre el devenir de los acontecimientos políticos del país, da igual si conciernen a ciudades de abolengo o pequeños pueblos perdidos en las tierras de España que un día fueron prolíficas en riquezas y hombres ilustres.
No sé los demás, pero me siento entre hastiado de la situación política que asola el país. Desencantado de los tejemanejes y cambalaches de los partidos para afianzarse en el poder o llegar hasta él pisoteando preceptos de los que se enorgullecían y que consideraban inapelables.
Esta mezcolanza de partidos que el año 2015 nos ha proporcionado, producto de sucesivas consultas electorales para olvidar, y que hemos tenido que soportar estoicamente, han permitido el florecimiento de personajes que más que ocuparse de los intereses de la ciudadanía, como anunciaban a voz en grito, lo que han hecho es servir a los suyos propios consumando una privanza de la que despotricaban antes de pisar moqueta.
Estamos hartos de las corrupciones y nepotismos que no tienen por menos que socavar el crédito de los grandes partidos y nos subleva los de los emergentes, los cuales abominaban de aquéllos a los que tildaron de “casta política” despreciable para caer ellos en las mismas perversiones condenadas.
Es natural que la impotencia se enseñoree de nuestro ánimo: Poco o nada podemos hacer. Queden para las nuevas hornadas de gente más joven la ingente tarea de forzar en los que nos gobiernan o aspiran a hacerlo, si es que pueden, la regeneración de la política, ésta con que convivimos y que se muestra arraigada mal que nos pese.
Recurramos los más viejos a esa ataraxia de la que hacían gala los epicúreos, escépticos y estoicos de la antigua Grecia, esto es la disminución de la intensidad de las pasiones (y la política las exacerba) y busquemos refugio en la tranquilidad e imperturbabilidad del ánimo dando de lado a las intrigas y confabulaciones de algunos políticos de turno en ejercicio, que no son todos, hay que decirlo, que los hay fieles cumplidores de su deber.