Ricos y pobres
“Siempre hubo ricos y pobres”, es una expresión macarrónica de mi tierra serrana de Ronda. Cuando uno se la espeta a otro que ostenta altanería en el trato ya fuese consciente inconscientemente lo hacen en tono de broma pero trasluciendo no poco resentimiento. Están en lo cierto mis paisanos: siempre hubo potentados y gente en pobreza extrema. Pero ahora lo que llama poderosamente la atención es que la distancia entre unos y otros creció ostensible y exponencialmente en nuestro país. Es lo que pone de relieve un informe de la Intermón Oxfam de Europa: la desigualdad entre una y otra capa social es manifiesta y pocos países europeos están por encima de este ranking abyecto.
La monumental cifra de 100.000 millones, euro más,euro menos, es lo que atesoran una veintena de todopoderosos adinerados en España. En el otro lado de la balanza se amontonan los españolitos de a pie pies de de lo cuales uno de cada cuatro sufre una extrema pobreza o está en los prolegómenos de ella, o para entendernos son pobres de solemnidad.
Intermón da por hecho que 50 millones de europeos se encuentran en el umbral de la pobreza: no pueden hacer frente a necesidades acuciantes de hogar, como la calefacción o el suministro eléctrico. Si hablamos de la exclusión social y el riesgo añadido de pobreza inminente la cifra se dispara a más de los 120 millones.
Las conclusiones son nítidas: no se trata ni por asomo de “·un problema de escasez sino de una precaria distribución de la renta y la riqueza”. Es lo que ratifica Intermón sin pelillos en la lengua. Igualmenteapuntan a la política aprobada por la UE para hacer frente con denuedo a la crisis que nos asoló años atrás pero que aún sigue coleando y con fuerza. La troika, esos hombres impasibles de negro, impusieron una política férrea de austeridad a ultranza que vino a golpear ¡ y de que manera! a los más débiles.
Fruto de esa política que sesudos políticos consideran errónea es, en parte, causante de la colosal desigualdad en España entre potentados y menesterosos. Un agravio a todas luces que nuestros políticos deberían conceder la primacía que merece para tratar de desterrarlo más temprano que tarde, en lugar de perderse en vacuas controversias de unos y otros, de las que ya estamos más que hartos. Ataquen el mal en sus raíces porque además de ser justo, esa desigualdad manifiesta ataca los fundamentos de un crecimiento equitativo el cual presta robustez a la economía.
Siempre hubo ricos y pobres, es verdad, pero la diferencia entre unos pocos y la inmensidad de los otros jamás fue tan abismal y corrosiva.