Al Jaque, un toque de buen gusto
JOSÉ BECERRA
“No solo de chorizos vive el hombre”. Es lo que presumiblemente se dijeron en Montajaque un grupo de mujeres emprendedoras para ponerse acto seguido manos a la obra con decisión. Se dedicaron a fabricar unas mermeladas que por su sabor genuino a los más variados frutos vegetales que es susceptible de ofrecernos la Naturaleza, pusieron una pica en Flandes, que es lo que se dice cuando se logran aspiraciones que, catapultadas hasta el infinito, concluyen siendo una realidad y culmen de una aspiración que parecía imposible.
Montejaque, pueblecito enclavado en el corazón de la Serranía de Ronda, “ fulgor de fachadas blancas y reverbero de oscuras techumbres moriscas”, posee muchos méritos para ser admirado. Quieto, mansamente soportando el dominio de las crestas calizas que se recortan contra las laderas de la sierra de Libar, “animal antediluviano de espinoso lomo”, vive de sus olivares, de pequeños viñedos y de campos dedicados al cultivo del cereal y el girasol. Antaño gozó de una industria chacinera que alcanzó relieve en el mercado provincial y los jamones de la chacinería “Jiménez” alcanzaron nombradía. Hoy la fábrica se remodeló en un coquetón hotel con resabios históricos del siglo XIX y que mantiene remembranzas señoriales de personajes ilustres afincados en la villa como don Miguel de Mañara, el condestable que inspiró a Zorrilla su universal Don Juan.
Pero no ese el único mérito. Arquitectura venerable del templo de Santiago; vericueto de empinadas calles que buscan la querencia del monte Hacho – más lejos, el Tavizna, guardián piramidal y eterno, testigo y pétreo vigía del pueblo -, el asombro de la cueva del Hundidero, cuyas tenebrosidades subterráneas le une con el pueblo hermano de Benaoján y el prodigio de la cueva del Gato; Virgen milagrosa de las Escarigüelas; trasunto de un pueblo alemán- Knittlinger – en donde reside el núcleo de sus emigrantes y al que dedicó su principal avenida… Y creación de una industria de confituras que hoy por hoy le concede brillo y prestigio a golpe de reconocimientos y distinciones.
Una de las últimas deferencias hacia el pueblo serrano ha sido concederle, años atrás, a la cooperativa Al- Jaque, dedicada a la fabricación de conservas vegetales, el Galardón al Desarrollo Sostenible del Parque Natural de Sierra de Grazalema, dentro de cuyos límites se ubica. Más de una veintena de productos diferentes se alinean en sus anaqueles dispuestos a su comercialización y todos, como no duda en señalar la directora de esta insólita empresa (formada por tres mujeres), Inés Gómez, “empleándose materias primas ecológicas”.
Mermeladas elaboradas con las recetas tradicionales “ de la abuela”, y algunas otras exquisiteces que sorprenden por su rareza, como podría ser la mermelada de cebolla, o la de berenjena y tomate, de las que seguramente no existen parangón en la Península. Animosa empresaria y fémina entusiasta, Inés Gómez ha sabido encauzar un movimiento local para sacar a la mujer de su ostracismo y el desempleo, tanto por motivos de decadencia de la industria de embutidos como por su papel desempeñado en los pueblos, y que la obligaban a enclaustrarse en el hogar, condenándolas a eternas y monótonas labores domésticas.
El reto de estas mujeres decididas a romper a moldes e irrumpir en el mercado de la alimentación con sus novedosos productos parece que se ha visto ya coronado por el éxito. Montejaque, que siempre tuvo a gala el fuerte carácter de sus mujeres – no en vano es una figura prototipo de su firmeza y entereza la imagen de las “cantareras”, acarreando agua en voluminosos cántaros tanto en el cuadril como en la cabeza – tiene un motivo más para enorgullecerse. Al – Jaque, es todo un símbolo de la superación personal y la consolidación de una empresa nacida del entusiasmo y del axioma “si quiero, puedo”.
Le deseamos a esta empresa, fruto del empeño y la constancia, toda la larga vida que merece. Lo dicho, vengan a Montejaque para relamerse de puro gusto degustando in situ unas mermeladas cuya fama traspasa fronteras.
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